EL ARTE DE ACOMPAÑAR Alvaro González, Pbro.
INTRODUCCION
Los padres apostólicos hablan del acompañamiento como el arte de lasartes, como una realidad muy delicada ya que se trata de ayudar a los hermanos a crecer en la docilidad al Espíritu.Es el arte de conocer las mociones del Espíritu y éste no tiene ni reglas ni tiempos para actuar, es básicamente anárquico:"El Espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu" S.Juan 3,8.Aprender a acompañar es aprender a reconocer cómo la Gracia de Diosopera en cada hombre y en cada mujer y lo hace de una manera propia adecuada asu historia, a su personalidad, a sus deseos más profundos.Al acompañar no basta con reconocer las sugerencias y mociones del Espíritu, también tenemos que aprender a reconocer al mal espíritu, al espíritu del maligno.El Evangelio nos muestra, en la parábola del trigo y la cizaña, cómo ambosvan creciendo juntos y por tanto esa mezcla de luz y tiniebla, trigo y cizaña, es laque hace de la vida espiritual una constante lucha, un combate espiritual.El arte de acompañar, lo que hasta hace algunos años se llamaba dirección espiritual, es parte importante de la tradición de la Iglesia y tiene raíces profundas enla Sagrada Escritura. Es de gran provecho tomar la Escritura y leerla en clave de cómo el Dios deIsrael es un Dios que sabe acompañar. Esa es la primera escuela donde podemosaprender este difícil arte que Dios sabe hacer con delicadeza. Lo vemos en su
relación con Abraham, con Moisés, con David, con Jeremías. Son muchos los textosque podemos citar en los que se presenta a Dios metido en la historia, acompañando el camino del hombre y del pueblo.2. Samuel 7, 8-9 :"Yo te saqué de los apriscos, de andar tras ovejas, para serjefe de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empre-sas....." Jeremías 1, 7 - 19:"No digas que eres un muchacho, donde yo te envíe, irás; loque yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigopara librarte..."En el Nuevo Testamento Jesús es el maestro. El Hijo de Dios se presentacomo un hombre acompañado y acompañante.Es un hombre acompañado por su Padre, todo lo que hace, todo lo que dice,es bajo la mirada del Padre que lo apoya con su amor eterno.Es el acompañante del grupo que llaman "de los discípulos" en su lento proceso de conversión, de los pasos que van dando para cambiar de estilo de vida, demanera de pensar y de sentir, cambiar los criterios de análisis de la realidad que lestocó vivir.Así esta práctica pasa a la Iglesia y ella lo asume como una manera deevangelizar al hombre y hacer que éste se haga gozo y esperanza para otros, se hagagozo para Dios.El santo pueblo de Dios tiene derecho a tener acompañantes para seguir loscaminos del Evangelio. Desgraciadamente en los últimos 30 o 40 años se produjo una cierta crisis en la práctica de la dirección espiritual. Pero actualmente estásiendo superada con creces. Son muchos los interesados en aprender a acompañarcomo también los que buscan ser acompañados.Son muchas las experiencias vitales que tienen algunos elementos propiosdel acompañamiento: el ser papá y mamá, el ser maestro de novicios o formador, eltrabajar en terapia o como profesor. Todos son servicios, ministerios, para crearbelleza, vida libre, desarrollo y verdad.
I.¿QUE ES EL ACOMPAÑAMIENTO?
Es difícil responder ya que no hay sólo una manera de hacerlo, dado que lagente que lo hace es muy distinta por su formación y los énfasis que cada uno tiene,como también son distintas las personas acompañadas. No es lo mismo acompañar aun joven, a un adulto, a una persona con experiencia.Por eso es mejor ponerse de acuerdo en algunos términos, en algunosobjetivos y en ciertos caminos. Lo demás es arte y por tanto se requiere de artesanos.Se necesitaría de un maestro sabio y con gran experiencia que pudieraaclarar tantas dudas que habitan en nuestro corazón, pero los verdaderos maestrosson los que saben quedarse callados ante lo complejo de la tarea e invitan a hacercaminos propios, más allá de cualquier receta que facilitara nuestras búsquedas.a)¿Qué no es el acompañamiento?Es más fácil explicitar los caminos errados primero, para luego proponeralgunas afirmaciones acerca de lo que es acompañar.1. No es una terapia psicológica.Los acompañantes no somos terapeutas ni es honrado pretender serlo. No setrata de favorecer procesos de introspección y explicitación de dificultadespsicológicas de los acompañados para ser sanados.El santo pueblo de Dios se merece acompañantes más que psicólogos. Elacompañante es un testigo del paso de Dios por la vida de un hombre o de una mu-jer; es alguien que descubre el misterio de la vida que habita en la profundidad del acompañado y lo hace con los ojos de Dios para amarlo con el corazón de Dios y acompañarlo en su búsqueda incesante de vivir.El acompañamiento y la ayuda psicológica no se contradicen ni se excluyenpero son distintos.
2. No es un encuentro de amistad.
Son muy distintas una conversación entre amigos y una conversación deacompañamiento.El acompañamiento puede hacerse entre amigos pero requiere que cada uno asuma un lugar diferente, uno es el acompañado y el otro el acompañante. Son rolesdiferentes, no significando esto que uno sea superior al otro.Además el acompañamiento requiere respetar algunas normas simples:duración, lugar, contexto, que indican que lo que se está haciendo es importante.El acompañamiento y la amistad tienen una evolución distinta. Siendo elprimero temporal, toma una etapa del desarrollo espiritual, en cambio la amistad puede tomar toda la vida.3. No es hacerse cargo de la suerte del acompañado.Es preciso tener cuidado con nuestros paternalismos o maternalismos,estarían indicando que no estamos tratando al acompañado como un hermano o unadulto, como una persona con fuerza y con libertad.Las consecuencias de esta actitud son peligrosas: producen dependencias einfantilismos que llevaron a la grave crisis de la dirección espiritual.Cuando reconocemos en nosotros el sentirnos responsables de la vida y de lasuerte del acompañado, necesitamos parar y cuestionarnos qué estamos haciendo,qué parte nuestra está entrando en la relación y la perturba, le está quitando libertad,gratuidad y belleza.4. No es predicar ni querer que otros repitan mi experiencia.Lo que a mí me ha ayudado no necesariamente va a ayudarle a otro quetiene historia, sensibilidad y deseos distintos. Por tanto no podemos invocar cons-tantemente nuestra experiencia sino sólo cuando puede ayudar en algunassituaciones específicas.
No ayuda hablar en abstracto ni ocupar generalizaciones como tampoco tenemos derecho de juzgar moralmente a nuestros acompañados. Esto es lo quehacían los fariseos y el Evangelio nos muestra cómo fueron rechazados por Jesús ensus prácticas.5. No es agradar al acompañado sino ayudarlo.A veces el acompañante, por inseguridades propias, busca ser simpático,agradar, y esto lo lleva a estar centrado en sí mismo.Nuestra responsabilidad es ser amable, acogedor, pero no podemos dejar dedecir lo que vemos por temor a que el otro se moleste y se vaya. En algunas situa-ciones tenemos que ser como buenos cirujanos y tenemos que cuestionar actitudes y comportamientos que pertenecen a lo que se llama área ciega, aspectos de nuestravida que no vemos y que otros conocen.Si el acompañado deja de venir, no necesariamente es un fracaso; puede serun momento importante en la vida de ese hombre o mujer. Es posible que sea laocasión de rebelarse o bien de tomar conciencia de las dificultades que carga.6. No es tener respuesta para todo.A menudo tenemos una concepción autoritaria donde nos exigimos controlary saber todo, lo que nos quita sencillez y frescura de vida. ¡Son tantas las cosas de lo humano y lo divino que no sabemos y que necesitamos aprender de otros!b) ¿Qué es el acompañamiento?1. Una primera aproximación nos la permiten tres textos delNuevo Testamento que nos ayudan a comprender mejor en qué consiste elacompañamiento.Los discípulos de Emaús.S.Lucas 24,13-35.
El acompañamiento es el encuentro entre caminantes que van compartiendo historias de vida, esperanzas y frustraciones, ganas de trascender. En medio del desencanto se cruza un caminante nuevo que pregunta: ¿qué van conversando?En el acompañamiento las preguntas son fundamentales: ¿en qué estás? -¿para dónde vas?, como también la capacidad de recibir, de escuchar y pos-teriormente de elucidar, de ayudar a releer la realidad con ojos nuevos para terminarcelebrando.El Buen Pastor. S.Juan 10,1-16.El evangelista presenta a Jesucristo como acompañante y muestra los rasgosque lo constituyen en maestro, en un discernidor de espíritus.Conoce las ovejas, sabe lo que son y viven, lo que las motiva; las alimenta y les da de beber para que tengan vida. Sabe cuál es el alimento que conviene y dóndeestá la fuente de donde brota la vida.Cuida las heridas y sale a encontrar a las que se pierden.El acompañamiento es una experiencia profundamente humana de cercanía,de conocimiento, de intercambio, de ternura, en la que el acompañado pone suhistoria, sus sueños, sus búsquedas en las manos del acompañante.Es un servicio radical que toma tiempo y esfuerzo.El acompañante no es un consultor sino que es necesario que dé la vida porlas ovejas; acompaña y toma las dimensiones más profundas de nuestro amor."Hijos míos, de nuevo sufro los dolores de parto hasta que Cristo tome formaen Uds. Cuanto desearía estar con Uds. para adaptar mi lenguaje, ya nosé cómo hablarles". Gálatas 4,l9-20.Pablo no había podido ayudar a los gálatas a configurarse con Cristo.
Esa es nuestra tarea, explicitar a Cristo en la historia, en la vida, en lossueños de un hombre o de una mujer, de manera que esta experiencia de fe sea unafuente de vida que impregne todo el quehacer del acompañado.2. El acompañamiento es una experiencia religiosa de encuentroen el que el acompañado plantea qué está pasando en el hoy de su vida, para que junto con el acompañante pueda reconocer quién es, qué quiere y dónde seencuentra en el camino que lo lleva a la adultez en Cristo.Estos encuentros se caracterizan por ser periódicos y sistemáticos, dado queno se puede discernir la vida y la obra del Espíritu de una vez. Se requiere de tiempoy de recorrer distintas áreas de la vida. El acompañado tiene que descubrir su sermás profundo y su evolución, de manera que el acompañante pueda entrever surealidad espiritual y su misterio, cómo Dios va operando en él o ella.En el acompañamiento lo que importa es la persona más que los problemasque presenta: ¿quién es la persona que tiene dificultades? ¿cómo vive los problemas?¿qué fuerzas tiene? ¿cómo es su historia espiritual? El acompañamiento siempre va atener una valoración de lo interpersonal como el lugar privilegiado de encuentro y descubrimiento de la realidad misteriosa del acompañado.Vivimos en la cultura de la eficiencia en la resolución de problemas, en elofrecer luces para que el otro salga adelante como pueda. El experto se centra en losproblemas, el acompañante en la persona.3. El acompañamiento es un lugar de Gracia, de verdad y desolidaridad fraternal.El acompañamiento es un lugar de Gracia por el intercambio de vida y,como el amor de Dios, pasa mediado por el cariño y la comprensión, la experiencia y la lectura novedosa que hace el acompañado de su vida.El acompañamiento nos libera de la soledad y del encierro haciéndonoscrecer en transparencia. Llegamos a ser personas llenas de luz y claridad, signosdelicados del amor de Dios, de su gracia salvadora.Al exponer la vida a los ojos del acompañante también crecemos en verdad y
ello nos permite ver con sus ojos nuevos nuestra propia vida. Al compartir con otro,veo con ojos nuevos lo que vivo, lo que soy, lo que quiero y salgo de la confusión y/o la vaguedad que son caminos que nos sugiere el maligno.Somos peregrinos de principio a fin, caminantes, y, cuando hacemos elcamino solos, podemos caer fácilmente en manos de asaltantes. En el acompaña-miento ponemos la vida en las manos de otro y vamos haciendo camino juntos. Así ese otro puede reflejar, comentar, discernir la obra de Dios y denunciar, indicar elmal espíritu, la cizaña. Esta es una manera fraternal y solidaria de recorrer elcamino.
c) Algunas Consecuencias:
1. El acompañamiento siempre será un cuidado de una persona únicaque tiene existencia propia delante de Dios y en la Iglesia.Es el reflejo del amor personalizado de Dios a su hijo o su hija, y ese amorpasa por el amor y la comprensión del acompañante, por la relación fraternal quepuede establecer y ésta es completamente diferente con cada uno. Esto exige unaflexibilidad y libertad muy grande en el acompañante.
2. Necesitamos ser acompañados, es un derecho que todo cristianotiene.Nadie se salva solo, dependemos unos de otros. No basta la inteligencia pararecorrer los caminos del Evangelio. Las tinieblas deben ser iluminadas desde fuera.Nadie es tan hábil que pueda darse cuenta por sí mismo que está ciego. Todostenemos puntos ciegos en nuestra vida y, si no buscamos ayuda, estamos arriesgando llegar a la madurez en Cristo. Santa Teresa de Avila da cuenta de su tarea como acompañante: "Yo no hago otra cosa que evitar todo lo que puede obstruir, alterar o cambiar el camino por el cual Dios lleva a las hermanas".
3. El acompañamiento responde a las necesidades de verdad y de honradez que habitan en el corazón de cada persona. Todos queremos ser
honrados y vivir en la verdad, aunque a veces tenemos temores de tomar contactocon lo profundo de nosotros y de encontrarnos con Dios.La tarea del acompañante es ayudar a esa persona a enfrentarse, y laprepara, la anima, la corrige y la ayuda a celebrar a medida que vive con mayorverdad, con sabiduría.
4. El acompañamiento es un arte, un carisma, un proceso pedagógico.Es un arte que requiere de todas nuestras habilidades y experiencia paraintervenir y para esperar, para reconocer la obra de Dios. Requiere tiempo y esfuerzo, y por eso podemos ayudar a pocos.Es un carisma, es un regalo de Dios para su Iglesia, es un servicio prestadoal santo pueblo de Dios. Nadie puede jactarse en materia de acompañamiento.Es un camino pedagógico, un proceso gradual que requiere del acompañanteuna capacidad grande de escuchar, de acoger y de dejarse tocar por lo que elacompañado es, no sólo por lo que dice; una capacidad de mirar con profundidad para reconocer una historia santa, un camino de salvación; una capacidad de invitara seguir a Cristo sin desfallecer.
5.Para acompañar hay que tener algunas convicciones que nos permiten hacerlo con mayor fluidez y solidez.
a)Todo hombre es bueno en lo profundo de su ser. El núcleo denuestro ser es una parte redimida, resucitada. El acompañamiento es buscar y tomar contacto con esa área buena, salvada, y desde allí reflejar lo hermoso y vital quevamos adivinando.
b)Todo hombre está en proceso, va haciendo un camino y Dios vatrabajando en él. Nadie puede juzgar de sí ni de otro que su vida no tiene solución.Los ritmos de este proceso son diferentes y pueden exigir tanto del acompañantecomo del acompañado, paciencia y perseverancia.
c)Yo como acompañante puedo ser recurso, puedo facilitar el camino de perfección cristiana si pongo a disposición la fuerza, la experiencia, la bondad y los conocimientos para ser una ayuda significativa para la vida espiritual del acompañado.
6. Todo proceso de acompañamiento es temporal. Podemos hacercamino por un tiempo, en una etapa de la vida espiritual y para la siguiente, esposible necesitar otra persona. Es la experiencia que tiene Santa Teresa de Avilacomo también Teresa de los Andes.
7. Cada acompañante tiene que revisar con honradez y discernir si eseste ministerio al que Dios lo está llamando. No existen los directores espiritualesideales y por eso tenemos que preguntarnos cómo integramos habilidades y dificultades, necesidades de la comunidad en la que participamos y la voluntad de laIglesia para invitarnos a acompañar a algunos de sus hijos.II.EL ACOMPAÑANTE, TESTIGO DEL AMOR DE DIOS.El acompañante, más que un especialista en introspección, es un especialistaen cómo Dios opera. Es quien sabe por experiencia propia y por experiencia con otros, cómo la fuerza del Espíritu penetra y purifica las honduras de nuestro ser,haciéndonos más libres, más disponibles a las mociones de Dios.San Benito, un hombre que supo de la ciencia de Dios y del corazón de loshombres, en su regla LVII, recomienda que a los postulantes se les asigne "un anciano apto para ganar las almas, que velará por ellos con la máxima atención".El acompañante tiene que tener sabiduría de anciano para saber decir y reconocer de qué es capaz el corazón del hombre; tiene que ser apto para servir y ponerse en cercanía, para ganar el alma del acompañado y poder velar, cuidar de élcon máxima delicadeza.En la actualidad, la tarea del acompañante se asocia más a la labor del psicólogo, empobreciendo la realidad y la tarea del acompañante como un hombre o una mujer testigo del amor de Dios.Hay muchas maneras de acompañar y esto depende tanto del que acompañacomo de los acompañados.No hay una manera buena y las otras malas como tampoco es lo mismo acompañar a jóvenes o adultos, religiosas o casados.a)Algunas tareas específicas del acompañante.El acompañante está llamado a ser un maestro, con todo lo hermoso y lo complejo que esto conlleva. Cada uno de nosotros tiene rasgos de maestro pero noscuesta hacernos cargo de ello, nos juzgamos duramente y esos juicios nos instalan enla duda y la inseguridad acerca de nosotros mismos.
Las tareas de un maestro son :
1)Ser testigo del desarrollo del acompañado.Todo hombre necesita de alguien que sea capaz de mirarlo en su ser y dereflejar lo que ve. El acompañante busca y contempla en el acompañado cómo surgeel hombre nuevo y adquiere la madurez en Cristo.Es un testigo de las consolaciones y desolaciones, de cómo la Gracia operade una manera única en esa persona, recreándola.El acompañante es un contemplativo de la historia vital de un hermano en suencuentro con Dios. Es indispensable aprender a mirar largamente y esto nos cuesta,somos hombres y mujeres de juicio rápido: "esto es bueno", "aquello es malo". Noscuesta darnos tiempo y cercanía para discernir, preferimos aplicar preferentemente la inteligencia para aconsejar.
2)Invitar a la vida.Es fundamental que el acompañado se sienta invitado a vivir, a conocerse con verdad, a querer con libertad. Para ello tiene que descubrir la trama de su vida,las motivaciones profundas que lo llevan a ser y a actuar de su manera propia, sushabilidades y dificultades tanto en el orden intelectual como en lo afectivo, en lo religioso, etc.Invitar a continuar el camino a pesar de los cansancios y caídas, animar y robustecer en los caminos nuevos emprendidos.¿Cómo habita en nosotros esta capacidad de animar? - ¿cuándo laejercemos? - ¿con quién?. Si en la vida corriente no la practicamos, tampoco lo haremos en el acompañamiento.
3)Saber discernir.Discernir es reconocer, distinguir, elucidar la manera como el Espíritu deDios actúa en el acompañado. Es reconocer lo que hay en él de verdadero, bueno,hermoso, y descubrir cómo el dinamismo de Dios opera en el corazón del hombre.Sólo así podremos invitarlo a ser fiel al Espíritu.Discernir el espíritu de Dios y el espíritu del maligno, cómo se está dando lalucha, el combate espiritual en nuestros acompañados, es fundamental. A vecescreemos que sólo son trabas históricas o psicológicas las que perturban elcrecimiento y maduración de un alma.Cada persona tiene un camino único, una vocación completamente original y en el acompañamiento tiene que salir a luz esa vocación, ese estilo propio de vivir y de seguir a Jesucristo. Hay tantas vocaciones como personas y por tanto el discerni-miento es indispensable.El acompañado hace el camino, siendo fiel a la orientación profunda de suvida, al dinamismo que Dios le da. La tarea del acompañante es respetar lasdecisiones y elecciones que hace el acompañado.
4)Poder enseñar.Es la capacidad de ayudar al acompañado a que se introduzca en el misterio de Dios y pueda saborear y reconocer las insinuaciones del Espíritu.
El acompañante requiere un cierto cuerpo de conocimientos de cómo Diostrabaja la historia, el presente y el futuro de una persona.A menudo tenemos que sugerir medios adecuados para abordar algunosmomentos espirituales del acompañado y para ello son necesarios conocimientos y experiencia personal. ¿Qué caminos recorrer en la purificación del alma?¿Conveniencia de la disciplina y la penitencia?
5)Prescribir.Hay momentos en el proceso del acompañamiento en que se hace necesario ordenar, mandar, decidir.El acompañante tiene que contribuir a la formación de la conciencia del acompañado y, en ocasiones, es importante afirmar que esto o aquello no puedehacerse o es necesario vivirlo de manera distinta (conductas económicas, sexuales,etc.).
La prescripción es muy importante en tres situaciones:
1.Con personas en estados depresivos.
2.En áreas infantilizadas del acompañado.
3.Cuando hay desviaciones importantes o ignorancias intelectuales, morales o reli-giosas.En estas situaciones es indispensable prescribir y para ello hay que tenerpeso de vida y autoridad: "vas a hacer tal o cual cosa dos veces por semana".Estas cinco tareas propias del acompañamiento se alternan y se suceden unas a otras. Es conveniente evaluar cómo el acompañante las desempeña, cuándo se hacen y la conveniencia al momento del acompañado.
b) Rasgos del acompañante
Para desempeñar estas cinco tareas es necesario que el acompañante desarrolle tres rasgos espirituales que condicionan la manera de acompañar.
1.Espíritu de gratuidad.Para ser acompañante hay que aprender a ser gratuito, dejar espacio a DiosPadre, a Jesucristo y al Espíritu para que su amor trabaje al acompañado,El acompañante no puede ser la persona central ni tampoco puede serlo suritmo, ni su pensamiento. Cuando no sabe retirarse, se transforma en un obstáculo más que una ayuda, en una pantalla que perturba el encuentro de Dios y elacompañado. Es indispensable ir más allá de toda posesividad. La gratuidad esaprender a no poseer nada ni a nadie.Saber no hacerse indispensable y superar toda dependencia e imposición."Sólo atrae el que deja de ser el centro.Sólo ilumina el que llega a ser pura transparencia,la vida divina se transmite cuando yo disminuyo".
2.Espíritu fraternal.El acompañante es un compañero de camino del acompañado, ni mejor ni superior, sólo distinto. Es necesario saber, creer y vivir que sólo Dios es Padre y nosotros todos somos hermanos.Nuestra ayuda es una función pasajera para que el acompañado llegue a sermás libre, más de Dios y de los hombres, con la libertad de los hijos de Dios.3.Espíritu de servicio.En la Iglesia toda capacidad nos es dada para hacer de ella un servicio de amor.
"Aquél que la verdad ha hecho libre, la caridad lo hace esclavo".San Agustín.
Necesitamos evangelizar nuestras habilidades para no considerarnossuperiores sino como bienes por compartir, una deuda que tenemos que saldar con nuestros hermanos.Son los dones los que nos hacen pequeños.El acompañamiento es un servicio delicado. Es el servicio de la compasión,de vivir con el acompañado los altos y bajos de su vida; es el servicio de lapaciencia, mientras el acompañado adquiere la sensibilidad y el gusto por la obra deDios y toma conciencia de esta realidad novedosa y delicada de cómo Dios opera; es el servicio de la ternura de Dios para los hombres, de manera que el acompañado se sienta querido y cuidado con fuerza y delicadeza.
c)Algunos requisitos para el acompañante.
1.Ser una persona verdadera y congruente.Es preciso cuidar que no haya una distancia grande entre lo que se piensa, sedice, se siente y se cree.Esta congruencia es lo que le da al acompañante peso de vida y confiabili-dad. Es necesario tener conciencia de las propias contradicciones y límites, sin que esto quite libertad para invitar al acompañado a ir más allá en el camino espiritual.No se requiere ser perfecto para ser un acompañante sino sólo ser un peregrino.
2.Conocer, asumir y ejercer sus habilidades.Es muy importante hacerse cargo y gozar de las habilidades que Dios nos hadado y que hemos podido cultivar y ejercer. Hay algunas habilidades indispensablespara el proceso de acompañamiento.
a)Capacidad de escuchar, no sólo con el oído sino con el corazón.Esto es permitir que lo que el acompañado dice y es, entre en mi interior y toque mi
propio misterio.No es sólo recibir, ponerse pasivamente delante de otro, sino acogeractivamente lo que dice y lo que no sabe decir o no se atreve a decir. Es estar atentoconstantemente a todo su cuerpo y sus gestos que van diciendo lo que es y lo quevive, sus deseos y temores.Por eso acompañar cansa emocionalmente.
b)Capacidad de entrar en el mundo del otro y así desentrañar suriqueza. Uno entra y sigue al otro en su proceso interior. Es lo que se llama empatía,y para ello es importante aprender a preguntar con preguntas que abren el campo,aprender a reflejar lo que vemos y entendemos, aprender a compartir algunoscomentarios que brotan de nuestra profundidad.
c) Capacidad para contener, para acoger el contenido emocional quetrae el acompañado: aflicciones, anhelos, rabias, desencantos, entusiasmos. A veceses necesario poner límites a la descarga emocional para que se pueda comprender demanera nueva vivencias intensas.
d) Capacidad de creer en las propias intenciones. Es creer que elEspíritu Santo trabaja también el corazón del acompañante y suscita en élintuiciones y maneras de leer lo que está viviendo el acompañado que, alcompartirlas, le constituyen en recurso y testigo de la obra de Dios.A veces son preguntas, comentarios, imágenes, o vienen a la memoria textosbíblicos que iluminan la realidad y que tienen su origen en nuestro trasfondo.
e) Capacidad de tener paciencia, de saber esperar: "los tiempos míosno son los tiempos del otro". Se requiere respetar la libertad del otro, para que reco-rra los caminos al ritmo que pueda y quiera hacerlo. Es necesario aprender a guardarsilencio y a estar confundido. Esto cuesta mucho, ya que quisiéramos dirigir y controlar los distintos momentos de nuestra propia vida y de la vida de los demás.3.Aprender a ser libre de sí.Hay que decidir ir más allá de mis preocupaciones, de mis temores, de mis
propios apuros, ya que éstos me quitan fuerza y presencia. Si cuento con cuarenta y cinco minutos para un acompañado, es necesario que esté completamente para él; no puedo estar pensando qué voy a hacer enseguida o reflexionar sobre lo que viví con anterioridad. Una de las libertades importantes que tenemos que tener es de nuestracuriosidad. Esta nos centra en nosotros mismos, ya que las intervenciones quehacemos están al servicio de nuestro propio interés. Buscamos comparar con lo quesomos o hemos vivido, queremos saber cómo otro ha vivido o resuelto algunasdificultades que nosotros también tenemos.
4.Cuidar de tener una mirada global.El acompañado trae un problema, una pena, una pregunta, una experienciaespiritual. Una tentación del acompañante es permanecer en ese punto, sin formarseuna idea más completa de todo lo que está viviendo simultáneamente la persona, demanera a poder contextualizar la pregunta, el problema, etc. No podemos quedarnosen aspectos parciales de la vivencia de una persona. Tenemos obligación y derecho de ubicarnos. A veces por timidez, el acompañado va planteando detalles, poster-gando lo que realmente le preocupa, y al final no queda tiempo para lo importante.
III. EL ACOMPAÑADO, UN HIJO, UN CAMINANTE.
El acompañado es un hermano nuestro que busca ser ayudado por nosotrospara vivir más y mejor su vocación cristiana. Busca seguir a Cristo más estre-chamente y para ello tiene que aprender a recorrer el camino de las Bienaventuran-zas, a vivir el precepto de la caridad y llegar a la Pasión que es la expresión másfuerte de un amor gratuito.Se trata de acompañarlo en sus deseos de ser verdadero y libre delante deDios, para estar disponible a las mociones del Espíritu y pronto al servicio del Reino.Para asegurar el proceso es necesario establecer algunas condiciones al
partir:
a)Es necesario explicitar la motivación que lo hace pedir ayuda. A lo largo del acompañamiento es necesario ir preguntando: ¿qué buscas?, de manera que vayaformulando su deseo más profundo.A menudo se busca ser acompañado en dificultades puntuales o bien enproblemas afectivos, pero, lentamente, es necesario dar pasos para que ese hombre(o esa mujer) aprenda a ponerse delante de Dios, vulnerable, desnudo, plenamentehumano, para así poder ser seducido por el amor de Dios.Mientras el acompañado se mantenga defensivo, controlando su vida, podráconversar, meditar, trabajar los misterios de la vida de Cristo, pero sin haber sido tocado profundamente por El.
b)Es necesario ponerse en situación de acompañado. Permitir que otro seatestigo de mi vida para que yo pueda pasar de lo entrevisto y deseado, a lo vivido y real. Pedir ser acompañado es permitir que el acompañante conozca mis gozos y mis trabas para vivir, mis búsquedas, mis temores y resistencias al amor de Dios.A muchos, este entrar en la intimidad les da susto. Les cuesta que losconozcan en su belleza, en su delicadeza, en su experiencia de Dios, ya que se hacen vulnerables a la mirada y al reconocimiento de otro.
c)Las confusiones del acompañado resultan, muy a menudo, del temor deentrar en sí, de no saber ir más profundo y encontrar la raíz de sus actos, de sustemores y dolores.El acompañado viene para que el acompañante lo ayude a "entrar en sí" como el hijo pródigo.
d)Se requiere que el acompañado prepare su reunión con el acompañante:-Orar por sí y por el acompañante, para poder hacer una experiencia religiosaverdadera. -Elegir aquello en que necesita ser acompañado y, si puede, preparar algunas notaspor escrito. Esto exige rigor y tiempo:-¿Qué es lo logrado en esta área?-¿Qué me preocupa actualmente?-¿Qué quiero vivir?-¿Qué obstáculos encuentro?e)Es fundamental que el acompañado se disponga a compartir lo propio con verdad y a acoger lo que propone el acompañante.Esto se reconoce no sólo en las palabras sino en el lenguaje no verbal: ojos,hombros, rostro; en la fluidez del relato, en la fuerza emocional expresada o retenida.f)Algunas áreas que a lo largo del proceso de acompañamiento no pueden faltar : -vida de oración -vida comunitaria-vida apostólica-vida sacramental -estudios-familia-afectividad y sexualidad-proyecto personal -Absoluto de Dios
-manejo del dinero.
g)Es necesario que el acompañado pueda llegar, a lo largo del proceso deacompañamiento,-a descifrar su historia y el sentido de ella como una historia de salvación.-a aceptar vivir con su cuerpo, con las posibilidades y los límites de lo concreto: realidad familiar, eclesial, laboral, social.-a reconocer las motivaciones de sus actos, que son distintas de las que él o ellacreía.-a estar disponible para servir la Iglesia donde el Espíritu sugiere y la Iglesianecesita.Cuando se acepta la verdad de sí y el amor inagotable de Dios, se comienzaa ser libre con otros y libre para Dios.
h)El acompañado tiene que asumir tres vocaciones fundamentales: -vocación a la vida.-vocación a la fe.-vocación a la trascendencia.i)Ayuda al desarrollo espiritual del acompañado el que evalúe tanto lasreuniones como el camino recorrido a lo largo del tiempo.-¿Qué luces recibí? -¿Qué acciones quiero y puedo realizar?-¿Estoy en paz con el encuentro?Puede ayudar también el texto de Gálatas 5, 22-23:-¿Cómo se ha desarrollado en mí la caridad, el gozo, la fe, la mansedumbre, la
templanza?
IV ALGUNAS NOTAS COMPLEMENTARIAS
a) Duración de las sesiones:Es recomendable que las sesiones no duren más de una hora. Lo verdadero siempre es corto e intenso.Las sesiones más largas son cansadoras y tienden a transformarse en unencuentro social.
b)Periodicidad de las sesiones.No hay normas, pero la multiplicación de encuentros puede llegar a producirdependencia.Un tiempo adecuado es cada tres semanas o una vez al mes.c)Es necesario estar atento, en el proceso del acompañamiento,-a las relaciones de dependencia mutua,-al voluntarismo espiritual que consiste en poner el esfuerzo personal en primerlugar,-al sobrenaturalismo que consiste en pensar que todo es Gracia y espontaneidad,-a la vaguedad y la teoría, quedándose en generalidades,-a la simplificación y búsqueda de recetas,-al perfeccionismo que es una forma de inseguridad que rigidiza,-a los escrúpulos y culpabilidades enfermizas que son formas de obsesión.
El acompañamiento es el arte de las artes, escuela de libertad para los que con anhelo buscan al Señor y quieren servir a los hombres como merecen serservidos.San Agustín nos presta sus palabras para explicar finalmente el resultado deun proceso pedagógico de acompañamiento: "Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé.Tú estabas dentro de mí y yo fuera,y así por fuera te buscaba.Deforme como era, me lanzaba sobre las cosas hermosasque tu creaste.Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.Me llamaste y gritaste hasta quebrar mi sordera,brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera,exhalaste tu perfume, lo aspiré y ahora te anhelo,gusté de ti y ahora siento hambre y sed de ti,me tocaste y deseé con ansiala paz que procede de ti."
RELACION ACOMPAÑANTE - ACOMPAÑADO:algunas pistas orientadoras Eddie Mercieca, s.j.
Resultaría peligroso hablar de la relación acompañante-acompañado comosi formara un sistema, un sistema cerrado y único; como si no hubiera un Tercero actuando en ello y como si existiera un modelo ideal de relación que todos habrían dereproducir, ojalá hasta en los detalles. Afortunadamente no es así. Los grandesmaestros espirituales tienen mucho que aportarnos. La psicología actual también y sería un error no tomarla seriamente en cuenta. Lo central sin embargo, en iraprendiendo a acompañar personas en sus vidas comprometidas, será siempre tuexperiencia de Jesucristo y tu estilo personal. "Conócete a ti mismo" es la primeraconsigna. Tu historia, tus fuerzas y debilidades, la obra de Dios que eres, son lamateria prima y la reserva principal con que cuentas como persona acompañante.A partir de ahí hay tres dimensiones inherentes al acompañamientoespiritual: la escucha-acogida, que abarca todo el proceso de acompañamiento, laorientación que sabe discernir las voces de Dios y el ser testigo-mediación del Señor.
A. DOS PREMISAS QUE RECORDARAS SIEMPRE
l.Creer que el Espíritu Santo está vivo y trabaja por igual en elacompañado y en el acompañante. Esta convicción vital en la fe tiene que estarpresente, consciente y actuante desde el inicio del proceso del acompañamiento hastael final. Cuanto más vivida sea esta actitud de fe en ambos interlocutores, másacompañamiento espiritual profundo habrá.
2.Volver una y otra vez al Evangelio para beber del estilo, lasactitudes y el camino propuesto por Jesús, sacramento vivo del Padre acompañadordel hombre. La calidad y el modo como Jesús acompañó y formó a los Doce, comogrupo humano y como personas, será siempre inspiración y fuente para quien searriesga a acompañar a otros buscadores de una vida toda en el Espíritu.
B. LA PERSONA DEL ACOMPAÑANTE: SU INGERENCIA EN LA RELACIONA continuación describiremos brevemente actitudes que con el tiempo sevuelven el modo de ser de quien acompaña.
1.Se trata de ser yo mismo. Desempeñar roles no resulta. No se tratade aprender a comportarse como acompañante, como si esta ayuda fuese unadestreza exterior a uno mismo. Por supuesto esto es verdad para toda relación deayuda, sea ésta la de un profesor, un asistente social, un psicólogo o un amigo. Con mayor razón en la dirección espiritual, donde el testimonio honesto es básico y contagioso. Ser auténtico y coherente -esforzándose conscientemente y con humildefe por serlo- es la tarea. Lo que yo pienso, lo que yo siento y lo que yo digo quieren coincidir y reflejarse en mi actuar y conducta. En la dirección espiritual la coherencia es fuentede eficacia (testimonio), de fecundidad apostólica.Ser uno mismo y no esconderse detrás de un rol que alejaría a la personaacompañada de la del acompañante y la haría sentirse alejada también del Señor.Esto último podría ocurrir porque la dirección espiritual ejerce una función mediadora. Uno representa a Dios que sale al encuentro. Si yo soy bondadoso,respetuoso y compasivo, la bondad, el respeto y la compasión del Señor pasan pormí, hay una mediación. Lo más serio del asunto -privilegio y exigencia a la vez-, esque la mediación se realiza por medio de actitudes, por la calidad de la relación, másque por palabras. Una persona auténtica y coherente acompañando, mediatiza porsu presencia el cariño y el actuar del Señor.
2.Estar en contacto con mis sentimientos. Mientras acompaño a laotra persona, lo que siento y lo que experimento es una señal, apunta a algo quemerece ser descifrado. Lo que quiere decir que no se llega lejos ayudando solamentecon la cabeza y no desde lo que uno es. Desde la vivencia de mi sentir profundo y de mi intuición es como voy ponderando y discerniendo en el Señor.
3.Aprender a confiar en lo que surge en mí como acompañador esconfiar en el Señor que me llama a este ministerio eclesial. Suponemos aquí que elllamado ha sido de alguna manera verificado. Más que recetas hechas, frasesaprendidas o argumentos de autoridad, enriquecerá mucho mi trabajo de acompa-ñante el dejarme llevar por mis propias intuiciones. Y la intuición, como losgrandes deseos, sobreviene. No es algo que uno elabore. La intuición surge comodon del ser. Es obvio que hay personas más ocurrentes que otras, pero todos tenemosintuiciones propias. La intuición es algo que el Señor pone en mí como persona queacompaña. Es fundamental tomarla en serio con mucho sentido común,discernimiento y sentido de fe, sin temor paralizante.
4.Desarrollar un sentido común de la vida, con mirada realista. Elacompañamiento espiritual no es ni espiritualismo ni psicologismo. Un sentido común maduro, fruto de la experiencia vivida en la fe, va a lo profundo e integra.Este sexto sentido, que se cultiva, no solamente permite comunicar y actuar con libertad, sino que también me impide jugar con las personas, ensayando métodossicológicos o tratando casos que superan mi competencia y piden un especialista enla materia.
5.Tolerar la frustración con espíritu de gratuidad.Las expectativas del acompañante son muchas veces frustradas no sólo por losresultados vividos sino, sobre todo, por sentimientos conflictivos que surgen en lapersona ayudada. El acompañante debe tener desarrollada una tolerancia a lafrustración y estar preparado a experimentar alguna vez envidia, celos, pena,desconcierto, gozo, satisfacción, etc. ante reacciones de la persona acompañada; no solamente durante la entrevista, sino también fuera de la relación interpersonal. Estopide gratuidad en la ayuda, una gratuidad que previene crear dependencias y reaccionar a la defensiva. Tolerar la frustración y mantener la gratuidad en ladirección espiritual son cosas que van muy juntas y suponen personas madurascentradas en Jesucristo.
6.Acoger desde lo hondo y de tal forma que el otro lo note. Acogerincondicionalmente, sin enjuiciar o moralizar. La clarificación de la problemática es posterior. La actitud de acogida debe mantenerse a lo largo de todo el proceso pero,sobre todo, al iniciar la relación. La acogida mediatiza. La acogida permite al otroser él mismo delante de mí y en mi compañía, lo que resulta liberador. Así lo hizoJesús con todos y así lo quiere seguir haciendo a través mío.
7.Alimentar la capacidad de asombro. No banalizar lo que elacompañado comparte. Asombrarse del camino de Dios que es distinto y originalpara cada persona. El asombro facilita estar abierto a lo que el Señor realiza en esapersona con su personalidad, con su historia, con sus pifias y talentos.
C. LA PERSONA ACOMPAÑADA: SUJETO DE LA RELACION DEAYUDA.
Lo que sigue es un conjunto de exigencias que brotan de la naturalezamisma del acompañamiento espiritual. Quien pide ayuda, como sujeto de la relación,espera encontrar esas actitudes en el acompañante.
l.Discreción. En cuanto a lo que pasa en la entrevista y en larelación de acompañamiento, cabe tener siempre una actitud de gran discreción. Nisiquiera comentar que tal persona vino a hablar conmigo, que se está dirigiendo conmigo. Nunca podemos ser, como acompañantes espirituales, suficientementediscretos sobre lo que otras personas nos confían. El misterio de cada persona es untesoro divino que, como hizo la Virgen, se guarda en el corazón. Lo menos que las personas acompañadas deben poder decir de nosotros, acompañantes, es que lesmerecemos confianza.
2.La persona que acompaña espiritualmente está para ayudar yno para agradar. Esto pide ser amable en el trato pero honesto y valiente en lo que,como acompañante, se debe hacer y decir. Trabajar en la verdad no siempre agrada.Pero se trata de ir a la raíz de las cosas y no siempre resulta fácil. A la larga, sin embargo, la persona ayudada termina agradecida por haber crecido en el Señorquien "... me ha dicho todo lo que había hecho"(Jn.4,29). La cirugía duele pero sana;así también en el caminar cristiano.
3.Ser compasivo siempre. Si hay algo que caracteriza a Jesús es lacompasión, ese sentir y padecer con el otro desde el interior del otro. En elacompañamiento de personas, la compasión va más allá que la empatía que puedeser sutilmente selectiva y no siempre duradera.Ayuda mucho en esto de la actitud compasiva, el conocerse a sí mismo con las limitaciones que uno experimenta: el dolor, las desilusiones, las frustraciones.Esto explica tal vez el hecho que, con los años, la actitud compasiva se acentúe. Esuna de las gracias grandes de la edad madura.
4.Tener claro el punto de partida y la motivación de la personaque me viene a pedir ayuda. Esto que es básico al inicio del caminar espiritual valetambién para cada encuentro de acompañamiento. Muchas veces, lo primero queexpresa una persona no es lo que mejor revela su necesidad, ni refleja lo mejor deella, lo más hondo, sobre lo cual construye su vida cristiana. Se trata entonces detener claro el punto de partida y de saber llevar a la persona más allá, ayudándole areformular su pregunta inicial en un nivel más profundo. Es lo que hace Jesús en susdiálogos . El caso de la Samaritana (Jn.4,l-42) es paradigma del procedimiento aquíseñalado.De a poco y con el tiempo, habrá que ir iniciando a la persona acompañadaa que exprese sus vivencias religiosas. La experiencia religiosa intenta comunicarsemuchas veces a través de símbolos e imágenes, lenguaje más apto para expresar la fey que habrá que descifrar sin agotar nunca su sentido más hondo. Cuando digo, porejemplo, que tuve, el último tiempo, una oración muy seca o que he pasado consolado un período largo, estoy usando un lenguaje simbólico que pide unainterpretación correcta. Un mismo fenómeno puede significar cosas muy distintassegún la persona, su situación y su experiencia espiritual.Respecto de la expectativa del interlocutor y sus preguntas, no bastaría con acoger la problemática y entenderla. Habría que situarla también en una óptica de fe.Así, por ejemplo, la pregunta de cómo poder soportar un dolor infligido no puede sercontestada sin ver cuál es el sentido de ese sufrimiento y qué palabra quiere decir elSeñor a través de esa experiencia; es esta óptica de fe la que transforma la historiapersonal en una de salvación.
5.El respeto por los tiempos y momentos de las personas. El ritmode quien acompañamos no es siempre -casi nunca- el que quisiéramos. El ritmo, lo determina la persona ayudada y no uno. El crecimiento profundo y verdadero requiere tiempo y muchas veces se da en el silencio de la acción y de la vida. Es elritmo del buen Dios que respeta nuestros pasos. El valor de la espera está ligado a laconfianza en el dinamismo interior de la persona y en lo que Dios está haciendo enella. La Virgen es maestra de esta espera. Las cosas felizmente no se dan en formamágica en la vida espiritual. Nada podrá reemplazar al tiempo.
6.Facilitar una mayor integración de la fe y la vida. Evangelizar y humanizar van muy unidos. Muchas personas piden acompañamiento porque sienten algún tipo de desintegración en su vida. Se parte en muchos casos de algo vivido como desintegrado, algo que duele, que no se ajusta al ideal y que hace perder la pazy el vigor apostólico. El número de personas que no se quieren a sí mismas esgrande. Revalorar lo bueno en ellas, en la dinámica de la historia de la salvación, estoda una tarea. Sobre esa base se construye. En la medida en que es aceptada lapersona y crece lo bueno de ella, lo que vive de malo se vuelve más débil; serelativiza hasta que pueda convivir con ello sin paralizarse. En el acompañamientoespiritual, muchas veces, ayudar es ayudar a aceptar, o mejor dicho, a aceptarse, a convivir con los hechos y con la historia propia. De a poco, con sentido de fe, lapersona irá descifrando el sentido humano y espiritual de esas vivencias.En la vida del cristiano que está metido en el mundo del trabajo, de lafamilia, de los negocios, etc., la integración fe-vida es criterio sólido de crecimiento espiritual.
7.La tarea. En la dirección espiritual, la tarea tiene que ser algo queno infantilice, que inspire, que vaya abriendo y no estrechando el propio mundo.Tiene que ser como un bastón que ayude a la otra persona a caminar por sí misma, amirar distinto. Así, por ejemplo, una lectura adecuada abre el apetito y sugiere pistas. Nunca presentemos caminos cerrados, definitivos, que no dejen lugar aldiscernimiento personal. Recordemos lo que S.Ignacio sugiere en los Ejercicios: facilitar caminos para el encuentro personal cara a cara con el mismo Señor (EE15).
En la sesión siguiente, el que acompaña hará bien en referirse a la tarea.Esto ayuda en dos sentidos: vincula el nuevo encuentro con el anterior y va construyendo la historia personal.D.
A ACOMPAÑAR SE APRENDE ACOMPAÑANDO.¿Cómo formarse mejor como acompañante?
El arte de acompañar es algo muy personal ligado a cierto carisma que se tiene. Sobre esta base, aquí como entodo lo relacional, la experiencia es la gran maestra. Algunas ayudas pueden ser lassiguientes:
1.Tomar conciencia de la experiencia vivida por uno mismo comoacompañado. Hacer memoria, en profundidad, de cómo ha sido acompañado desdesu niñez hasta el presente; de las personas más significativas en el crecimiento deuno y por qué; de hechos, actitudes que ayudaron al crecimiento... o no ayudaron.De personas que debían haber ayudado como acompañantes (padres, profesores etc.)y no lo hicieron como se debía. Ver las causas. En el último tiempo, con mayor madurez y compromiso cristiano, ¿quién ha sido clave en mi acompañamiento y porqué?
2.Mi ser acompañado actual. ¿Cómo me dejo acompañar hoy? ¿Porquién? ¿Cómo resulta mi proceso presente? Este acompañamiento debe tender atocar las dos dimensiones: mi crecimiento espiritual, mi experiencia comoacompañante. Es de vital importancia objetivar con alguien mi servicio deacompañar a otros.
3.Tener un grupo de referencia. Mucho ayuda el compartir conotras personas que acompañan. No para conversar sobre personas que acompaño,sino para conversar con otros sobre mí mismo; cómo acompaño, mis dudas, misreservas, mis dificultades etc. Los estudios de casos suelen dar un buen resultado.Tener un grupo de acompañantes como referencia me ayudará a darme cuenta demuchos fenómenos que ocurren en mi ministerio de acompañar. Sobre todo, mehará descubrir mi estilo personal de hacerlo, fomentando lo que es positivo, mitalento, y limando lo que en mí no ayuda.
Terminemos recordando lo dicho al inicio: el acompañamiento espiritual esasunto de gracia. Es el Señor quien trabaja en el que pide ayuda y en el que sepresta para acompañar. Por eso, el fruto será siempre desproporcionado en relación al proyecto de ayuda del acompañante y a su trabajo. ¡Qué bueno que sea así!Tenemos ahí una señal de que el Señor obra más allá de nuestra capacidad deintervención. Gracias a ello, ni nuestros errores -salvo que fueran culpables- resultantan tremendos,ni nuestros aciertos tan gloriosos.
CAMINAR EN LA LUZJosé Correa, S.J.
Me pidieron que escribiera algunas experiencias que me han ayudado en el acompañamiento espiritual de otras personas. La verdad es que no tengo ningún esquema prefabricado, pero iré anotando las ideas que vayan brotando en lareflexión.Interés por la personaEs el amor el que abre los corazones y las vidas. Es muy necesario, no "mostrar" sino esforzarse por "tener" un verdadero interés por esa persona y porayudarla en cuanto esté de nuestra parte. En algunas oportunidades esto resulta fácil porque se produce una natural sintonía que facilita la comunicación. En otras, encambio, puede surgir una atonía que dificulta la relación. En este caso, hay querecurrir a una actitud de fe que se sobreponga a las reacciones naturales,esforzándose por crear un ambiente de confianza y cercanía que haga posible uncontacto auténtico, amistoso y sincero. Las personas que acuden a pedir ayudaespiritual son extremadamente sensibles para captar si uno se interesa verdadera-mente por ellas, o si sólo se les entrega recetas descarnadas.Ayuda sentirnos "instrumentos", pensar que es el Señor quien pone ennuestro camino a esa persona a quien debemos acercarnos con sencillez y respeto.Ubicar a la persona en su mundoAl comenzar a tratar con una persona que desea acompañamiento espiritual,es necesario poder situarla en el conjunto de su mundo. ¿Cuál ha sido el ambientefamiliar en que se fue desarrollando su personalidad? ¿Cómo ha sido la relación con sus padres? Porque las trabas que hayan existido en ella, fácilmente se proyectancomo obstáculos en la búsqueda de amistad con Dios. ¿Se sintió querida y acogida,o incomprendida y abandonada? ¿Cómo fue su relación con los hermanos, amigos?,etc. Esas vivencias marcan una actitud de abertura y de confianza hacia los demás, o un encerrarse en un desconfiado aislamiento.Luego, me parece, es importante conocer las grandes líneas de su vida: ¿por dónde han ido sus alegrías y sus penas, sus realizaciones y fracasos, haciadónde se dirigen sus ideales y esperanzas, qué temores la frenan?, etc., ya que, sobreeste telón de fondo, es donde se irá desarrollando el teatro de su vida. El encuentro con el acompañante no es como una fotografía estática en la vida de la persona, sino es un instante del rodaje de toda la película de su existencia, con su pasado, supresente y su futuro.Dentro de este situar a la persona en su mundo, es de particular importanciael descubrir el proceso de su experiencia espiritual: religiosidad de su familia,etapas de su crecimiento, su progreso en la oración, en la amistad con Dios, con Jesús, con María, experiencias apostólicas, vida comunitaria, si la ha tenido, etc.Intuir el hilo conductor de su personalidad y de su espíritu.¿Cómo caminar?Este esfuerzo por captar a la persona humana en su totalidad, a la quepertenece su vivencia espiritual, trato de irlo logrando a través de su relato,insinuando algunas preguntas, pero evitando un cuestionario que pueda dar laimpresión de un examen que le provoque desconfianza y lejanía. En la narración iránapareciendo escollos que han frenado su caminar; al final, será bueno retomarlostratando de esclarecer la situación, deshacer los nudos, discernir lo que estátrabando, sanar las heridas, animar a continuar la ruta emprendida. Al ir entregando la historia de su vida y en las conversaciones siguientes, se irán destacando ciertasconstantes o líneas gruesas que pueden subrayar el accionar del Espíritu Santo enel proceso de su maduración espiritual.A la luz de todo lo anterior, se harán patentes posibles pasos a dar. Seráfactible ayudar a la persona en un crecimiento personal: un re-conocerse, aceptarse,superarse, buscando una mayor integración de su personalidad.Realismo y dinamismoEste doble criterio está muy relacionado con todo lo dicho.
Realismo significa que hay que partir de la encrucijada en que seencuentra la persona que solicita el acompañamiento, tener en cuenta susposibilidades, ponerle metas que se sitúen dentro del margen de su capacidad, no exigirle más de lo que pueda dar, etc.Pero, juntamente con este realismo, hay que tenderle una mano que la auxilie para dar el paso siguiente y que la impulse hacia adelante; abrirla a la esperanza y a la confianza, presentándole etapas alcanzables y dinamizadoras.
Centralidad de Jesucristo
Me parece fundamental tener presente la petición que San Ignacio pone en la 2ª Semana de los Ejercicios pone: "demandar conocimiento interno del Señor ... para que más le ame y le siga". A eso debemos tender en el acompañamiento espiritual.Que la persona se vaya compenetrando de Jesucristo, conociéndolo, amándolo,ajustando su vida a la del Señor: tomando sus opciones, actitudes, preferencias. Que sea el centro iluminador y orientador de su vida. Este proceso de interiorización dela persona de Jesús y de los valores del Evangelio, es lento pero fundamental.¿Por dónde lo conduce el Espíritu?Todo este apoyo que tratamos de prestar a nuestro amigo, queda relegado aun segundo plano, porque somos conscientes de que el verdadero conductor de su peregrinar interior es el Espíritu Santo. Es él quien va suscitando los deseos,proporcionando fuerzas, transformando su hombre interior. A causa de esto, seimpone un esfuerzo de discernimiento con el objeto de detectar los caminos del Espíritu en su vida. Esto supone una actitud de humildad y de oración en elacompañante, consciente de que él es un personaje secundario. Y requiere, con frecuencia, paciencia y docilidad al ritmo del Espíritu. A veces uno llega a laentrevista con un plan determinado, pero, a través de la conversación percibe que elfruto aún no está maduro, que hay que esperar... El acompañante tiene la misión deiluminar, motivar, pero no puede apurar, supuesto que la lentitud no seaconsecuencia de flojedad y poca aplicación, sino de lenta maduración. El paso del Espíritu no es siempre el mismo que el del acompañante.
La fe y la caridadLa asimilación a Cristo y la docilidad al Espíritu Santo llevan al acompaña-do a una nueva manera de ver cuanto le rodea. Es una visión esclarecida por la fe yuna nueva manera de amar compenetrada por la caridad. Es el Señor que comienzaa amar en él. Así, lentamente, se va transformando en un "hombre nuevo".Vida comprometidaHay que procurar que esta transformación, este seguimiento de Cristo, estedejarse conducir por los impulsos del Espíritu no queden en el aire, desligados de larealidad, una fe separada de la vida. Tenemos que animar a nuestro amigo a que su nueva vida se vaya concretando en obras, en amor y servicio, en solidaridad discernida a la luz de los acontecimientos y de las urgencias.Hacerse menos necesarioMás que crear una dependencia que impida el crecimiento de la persona, elacompañante -como el que enseña a caminar- debe tratar de hacerse cada vez menos necesario; prestar un apoyo cada vez más leve. Esto supone que la persona vacreciendo en lucidez respecto a sus estados de ánimo y sus mociones; que sabereconocer sus estados de consolación y desolación y cómo batirse en ellos; que haaprendido a reconocer la acción de Dios en su vida; que la oración se ha tornado como una respiración natural en su vivir cristiano, etc. Así, en la inicial neblina desu espíritu, en la que le era arduo avanzar, se ha ido haciendo luz y en ella yapercibe el sendero que le conduce al sol, y distingue más claramente los objetos que se interponen en su caminar.Animar
Por último, tanto en los momentos de crisis como en los de suave y gozoso avance, el acompañante debe ser una instancia de paz, de confianza, de ánimo. Un compañero de ruta que ayuda a mirar hacia la cumbre y a dar un paso más.
NUESTRA ORACION DE ACOMPAÑANTES
Cuando acompañamos, a menudo hemos de ayudar a orar a los jóvenes que encontramos. Pero no se trata solamente de formar a los demás en la oración: en el trabajo de discernimiento que es el nuestro, estamos invitados a orar nosotros también.Lo sentimos como una necesidad profunda y como una exigencia que losmismos jóvenes saben recordarnos. Durante unos ejercicios, una chiquilla que veníaa la entrevista me preguntó a quemarropa: "¿Rezas antes de nuestras conversacio-nes? Porque, ¿sabes? es importante lo que está pasando..."Tenía razón. No sé cómo se podría acompañar a alguien sin entregarse uno mismo a la oración. Voy a tratar de decir cómo el "discernir y acompañar" medesafía a orar. Para el que encuentro como para mí, la experiencia del acompañamiento es,en primer lugar, la de una docilidad al Espíritu Santo.
1. Antes que nada, me siento invitado(a) a ponerme a la escucha, a "dejarme abrir el oído", como el Siervo de Isaías. Eso es lo que ya pido en la oración: la capacidad de acoger en la fe lo que me van a decir en la entrevista, de saber escuchar hasta el final, sin dejar lugar a mis reacciones inmediatas, de oir cómo el Señor habla, o de percibir cómo se manifiesta. Esa es realmente una petición de luz y de fe en la acción del Espíritu querer de nuevo antes de una entrevista, y, a menudo, me apoyo en esta palabra de Cristo: "Con mayor razón dará mi Padre el Espíritu Santo a quienes se lo pidan".
2. A la hora de recibir a alguien, todo eso se reduce a una oración fugaz, como un recordar que me ayuda a disponerme: acto de confianza en quien estápresente en el encuentro como lo prometió: "Cuando dos o tres están reunidos en minombre, estoy en medio de ellos".No pocas veces, durante la conversación, cuando veo y oigo que "algo estápasando" en la vida de la persona, que un "paso" se está dando o esbozando, siento subir en mí una acción de gracias ante Dios que está obrando. A veces, es unsentimiento muy fuerte: el de ser el testigo de que Dios está actuando en alguien y ¡estoy maravillada! Y me vuelven estos versículos de S.Juan en su Primera Carta:"Lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que nuestras manos han tocado del Verbo de Vida...". Pero hay también momentos más áridos: los silencios, los bloqueos, losmomentos en que no veo nada y lanzo una imploración muda, o ¡una vigorosainterpelación! para que el Señor haga algo.
3. Por fin, hay la oración del "después". A menudo me siento como"habitada" por esos jóvenes, por su vida, sus preguntas compartidas, sus miedos. Ves a veces como un fardo que deposito ante el Señor, sin buscar nada, sin pedir nada,en silencio simplemente, quizá por sentirme exhausta.Cuando tomo el tiempo de quedarme allí -que a veces apenas tengo elvalor o el deseo- percibo que se establece una distancia, que los rostros retoman su lugar y que puedo comenzar a orar por cada uno, a entregarlos al Padre y a ponermea mí también en sus manos. Entonces ha llegado para mí el momento de releer mimodo de ser y de proceder, un momento de acceso a una conversación en la que acepto que sea Dios el protagonista y que "sus pensamientos no sean mispensamientos".
4. Otra cosa que es importante: lo que los jóvenes dicen o viven setransforma en una interpelación en mi propia vida. Ellos me devuelven a la fuente, aun vínculo más personal con Jesucristo, a un compromiso por renovar siempre.A menudo también, suscitan en mí tal o cual palabra de la Escritura, undeseo de contemplar a Jesucristo, y es en esa escucha y acogida de la Palabra dondepuedo a mi vez experimentar los sentimientos que habitan en mí.
5. Por cierto, no soy "indiferente" a lo que viven, a sus elecciones, y, en laoración, estoy invitada a reconocerlo y aceptarlo, a pedir vehementemente entraren la libertad que ayuda al otro a ser libre. Lo he comprobado muchas veces: lascosas se me hacen claras a mí también y de ahí siento que el Señor me hace entrarmás profundamente en el corazón de mi vocación de religiosa, vocación que mellama a "dejar a Cristo crecer en mí" para ayudar a que crezca en cada persona, con
paciencia, en la duración. "Dios es quien da el crecimiento".
6. Hay todavía momentos en que la oración es una prueba: Dios parececallar; no veo nada, no sé nada, siento mi impotencia... Los Salmos son entonces una grran ayuda y la ocasión de "gritar" hacia el Señor. Tengo ganas de decirle a Dios -y¡se lo digo!- que, después de todo, ¡la empresa es la suya! Y eso es precisamente lo que El, sin parar, me invita a redescubrir...
7. Todo eso me trae constantemente de vuelta a la oración del mismoJesús, a creer que no deja de rogarle al Padre; y, asimismo, a la oración de toda laIglesia.Me siento renovada en mi fe en el Dios que no deja de llamar a vivir, en ladiversidad de las situaciones y las personas, y a trabajar con El hoy.Intuyo claramente que mi débil deseo es asumido en el deseo de Cristo, en eldeseo que el Espíritu siempre expresa. "Oren al dueño de la cosecha".
8. No quisiera terminar sin agregar esto: es realmente en el seno de la Iglesiadonde todo eso se vive y donde puedo reconocer lo que ya hizo el Señor. Esa memoria arraiga mi confianza en Aquél que es fiel. Hago más particularmente esa experiencia en mi comunidad, porque, si mi misión es personal y requiere una gran discreción, la comunidad es la que me envía y que conmigo entrega esa misión aDios. Más aún que un apoyo -nada despreciable en algunos momentos...- ella es elsigno permanente de que Dios llama a seguir a Jesucristo en la Iglesia y por laIglesia.A.M.(traducido por G.Jonquières, S.J., desde Notes et Pratiques ignatiennes, julio de l986)
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lunes, 6 de julio de 2009
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Gracias es un material precioso para trabajarlo y para revisar la vida y nuestro ser acompañantes y acompañados
ResponderEliminargracias en verdad es un material excelente que servirá como base fundamental en nuestra vida de acompañantes bendiciones
ResponderEliminarMaría Verónica Wartemberg
ResponderEliminarGracias por el tremendo artículo, definitivamente será un gran aporte en esta llamada del Padre a ser futuro acompañante, que espero que con la ayuda del Espíritu Santo pueda lograr.
Me gusto mucho , es claro , preciso . Es necesario reeleerlo muchas veces. Gracias
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