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lunes, 26 de abril de 2010

TAREA 1 ENCUENTRO 2010

Taller Acompañamiento en Situaciones de crisis
Guía de desarrollo

“Las alegrías compartidas, son dobles alegrías, las penas compartidas son medias penas” (Proverbio Holandés)

Lo invitamos a sentarse cómodamente, a buscar un lugar agradable y a conectarse con lo vivido en la Jornada del sábado 17 de abril.

• ¿Qué es lo que más recuerda de la Jornada? ¿Qué le llamó la atención?
• ¿De qué se dio cuenta de su acompañamiento en la Jornada? ¿Cuáles fueron sus aprendizajes?

Respecto a las características de Facilitación de Rogers

• ¿Cuáles de las características de la facilitación de Rogers identifica en sí mismo?
• ¿Cuáles debe desarrollar? ¿Cuáles son las que más les cuesta? Y Por qué.
• ¿Qué necesitaría para desarrollarlas de usted mismo, de los otros?

Respecto al acompañamiento en situaciones de crisis:

• ¿Con qué personas se encuentran generalmente dentro del modelo de reacción frente a las situaciones de crisis?
• ¿Cuáles son sus desafíos de acompañamiento? ¿Qué debe evitar en usted para mejorar su acompañamiento?
• ¿A qué se encuentra llamado a ejercer como rol, cómo hacerlo?

miércoles, 21 de abril de 2010

CARACTERISTICAS DEL FACILITADOR

CARACTERISTICAS DEL FACILITADOR


¿Puedo actuar como facilitador?

Función de Creación del Clima: Seguridad

Escucho con la mayor atención, esmero y sensibilidad de que soy capaz, a cada individuo que se expresa. Escucho sin preocuparme si lo que dice es superficial o importante. A mi juicio, el individuo que habla merece que se lo escuche y comprenda; es él quien lo merece, por haber expresado algo. Mis colegas dicen que yo “convalido” a la persona.

No cabe duda de que soy selectivo al escuchar y, por lo tanto, “directivo”- si se desea acusarme de ello-. Indudablemente los detalles de la disputa con su mujer, o las dificultades que encuentra en su trabajo, me interesan mucho menos que el significado que esas experiencias encierran para él en ese momento, y los sentimientos que le despiertan. Trato de responder a esos significados y sentimientos.

Mi gran deseo es crear un clima que le dé al individuo seguridad psicológica. Quiero que, desde el primer instante, siente que si se atreve a expresar algo muy personal, o absurdo, u hostil, yo lo respete lo suficiente como para escuchar con atención lo que dice, considerando que se trata de una expresión auténtica de sí mismo.

Hay una forma levemente distinta por medio de la cual quiero también crearle al miembro un clima seguro. Soy muy conciente que en el curso de la experiencia, es imposible evitar el dolor. Sin embargo, mi intención es que el individuo sienta que, le pase a él lo que le pase, y cualquier que sea la índole de lo que ocurra dentro de él, psicológicamente estaré a su lado en los momentos de dolor y alegría. Creo que de ordinario, puedo intuir cuándo un participante sufre o está atemorizado, y entonces le hago llegar alguna señal, verbal o no, de que percibo su estado de ánimo y lo acompaño en su dolor o en su miedo.


Expresión de los propios problemas

Si en determinado momento me inquieta algo que se relacione con mi vida privada, no rehúso expresarlo en el grupo, pero tengo sobre el particular una conciencia profesional, pues si siento que se me paga para cumplir la misión de facilitador, debo solucionar los problemas graves consultando a mis colaboradores, o a algún terapeuta, y no ocupar con ellos el tiempo del grupo. Quizás sea demasiado cauta en relación con esto. E un caso, con un grupo de profesores que se reunían una vez por semana y funcionaba en forma lenta, creo que mi conducta realmente los defraudó. En algún momento, me sentí muy preocupado por un problema personal, pero consideré que ello no le incumbía al grupo y me abstuve de hablar del asunto. Al ver las cosas de manera retrospectiva, pienso que nada habría facilitado más el proceso grupal que manifestar mi estado de zozobra; los habría ayudado así a ser más expresivos.

Si no me siento libre para expresar mis problemas personales, esto acarrea dos lamentables consecuencias. En primer lugar, no escucho a los demás en la forma más adecuada. En segundo lugar, diversas experiencias me han enseñado que los miembros del grupo tienden a percibir mi intranquilidad, y piensan que en cierto modo, son ellos quienes las han provocado.




Autenticidad:

Mientras más el terapeuta es él mismo en la relación, sin poner fachadas personales o profesionales, mayor es la probabilidad de que el cliente cambiará y crecerá de manera constructiva. El terapeuta se hace transparente al cliente; el cliente puede ver con claridad lo que el terapeuta es en la relación; el cliente no experimenta ningún secreto en la relación. Por lo que se refiere a el terapeuta, lo que él está experimentando está disponible a su consciencia, puede ser vivido en la relación y puede ser comunicado si es apropiado. Entonces hay una gran semejanza entre lo que está experimentando a nivel visceral, lo que está presente en la consciencia y lo que se le expresa el cliente.

¿Qué significa esto en términos prácticos? Significa que cuando el cliente está sufriendo o afligido, es probable que el terapeuta está experimentando afecto o compasión o comprensión. Pero en otros momentos puede estar experimentando aburrimiento o coraje, o aún miedo de un cliente destructivo. Mientras más sea consciente pueda ser el terapeuta y mientras más pueda dejarse ser y expresar estos sentimientos, sean positivos o negativos, más probable es que pueda ayudar a su cliente. Son los sentimientos y las actitudes los que ayudan cuando son expresados y no las opiniones o juicios acerca del otro.

“En mi relación con las personas he aprendido que, en definitiva, no me resulta comportarme como si yo fuera distinto de lo que soy: Mostrarme tranquilo y satisfecho cuando en realidad estoy enojado y descontento; aparentar que conozco las respuestas cuando en verdad las ignoro; ser cariñoso mientras me siento hostil; manifestarme aplomado cuando en realidad siento temor o inseguridad. No es útil tratar de aparentar, ni actuar exteriormente de cierta manera cuando en lo profundo de mi mismo siento algo diferente. Nada de eso me ayuda a lograr relaciones positivas con individuos. Quisiera que a pesar de haber aprendido esto, no siempre he podido aprovecharla de modo adecuado”.

Aceptación, aprecio o estimación:

Es aceptar al otro en forma total y no de una manera condicional. Se relaciona con la buena voluntad para desear que el cliente sea cualquier sentimiento que éste presente en ese momento- confusión, resentimiento, miedo, coraje, valor, amor u orgullo. Por supuesto que no es posible sentir aprecio incondicional todo el tiempo. Más bien tiene que ver con crear una atmósfera que nutra, más que presione el cliente.

Lo anterior comienza en mí. Me resulta útil permitirme ser yo mismo en mis actitudes; conocer el límite de mi resistencia o mi tolerancia, saber cuándo deseo moldear o manejar a la gente, y aceptarlo como un hecho en mí, esto me permite construir relaciones más reales.

Es necesario que el cliente advierta que se lo ve tal como él mismo se ve, y que se lo acepta con sus percepciones y sentimientos.

Pienso que es una actitud muy común en nuestra cultura pensar “Todas las demás personas deben sentir, juzgar y creer tal como yo lo hago”. Nos cuesta mucho permitir que nuestras personas cercanas piensen de manera diferente a nosotros.

Cuando más me abro hacia las realidades mías y de la otra persona, menos “deseo arreglar las cosas”. Cuando trato de percibirme a mí mismo y observar en mí la experiencia que se verifica, y cuanto más me esfuerzo por extender esa misma actitud perceptiva hacia otra persona, siento respeto por los complejos procesos de la vida. De esa manera, va desapareciendo de mí cualquier tendencia a corregir las cosas, fijar objetivos, moldear a la gente o manejarla y encauzarla en la dirección que de otro modo querría imponerles. Sé muy bien que esto puede parecer extraño y que las preguntas serían: ¿Cuál es el sentido de la vida sino pretendemos transformar a la gente? Sin embargo, el aspecto paradójico de mi experiencia consiste en que, cuanto más me limito a ser yo mismo y me intereso por comprender y aceptar las realidades que hay en mí, y en las otras personas, tanto más cambios parecen suscitarse.

Comprensión Empática:

Quizás este elemento es el que puede mejorarse más fácilmente, aún a través de un entrenamiento corto. Los terapeutas pueden aprender con bastante rapidez a escuchar mejor, a ser más sensibles, más empáticos. Esto es tanto una habilidad como una actitud. Para ser más genuino y más aceptante, sin embargo, el terapeuta debe cambiar a través de su experiencia, y esto es un proceso complejo y más lento.

¿Es necesario permitirse conocer al otro? Pienso que efectivamente eso es así. Nuestra primera reacción ante las afirmaciones de los otros suelen ser de evaluación inmediata o de un juicio, más que un intento de comprensión. Muy pocas veces nos permitimos comprender exactamente lo que su afirmación significa para él. Pienso se debe a que comprender es riesgoso. Si me permito comprender realmente a otra persona, tal comprensión podría modificarme, y todos experimentamos temor ante el cambio.

La comprensión es doblemente enriquecedora. Cuando trabajo con pacientes que sufren, descubro que la comprensión del extraño mundo del psicótico, el hecho de comprender y sentir las actitudes de una persona que piensa que la vida es demasiado trágica para ser soportada, comprender a un hombre que se siente inferior, de alguna manera me enriquece. Y quizás sea más importante que mi comprensión de estos individuos les permite cambiar, aceptar sus propios temores y sus extraños pensamientos, sus desesperanzas, así como sus momentos de amabilidad, amor y sensibilidad.

Les ayuda a tener una comprensión más cara de su propio mundo y de su propia conducta, y por lo tanto a tener un mayor control sobre ellos.

domingo, 18 de octubre de 2009

PERFIL DEL ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL A PARTIR DE MI EXPERIENCIA DE SER ACOMPAÑADO/A

Obispado de Valparaíso

Caminemos a la Luz del Señor
Encuentros de Acompañamiento Espiritual



PERFIL DEL ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL A PARTIR
DE MI EXPERIENCIA DE SER ACOMPAÑADO/A

Recorro mi vida, desde mi niñez hasta ahora y reconstruyo escenas, relaciones vividas en momentos tranquilos o de mucha significación, etapas de crecimiento o de toma de decisiones. Para tomar conciencia de la experiencia personal como acompañado, hacer memoria…


¿Qué personas me han hecho crecer con su acompañamiento? ¿Por qué? (hechos, actitudes que ayudaron)


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¿Qué personas que me han acompañado NO me han ayudado o incluso me han dañado? ¿Por qué?


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¿Qué he aprendido al ser acompañado?


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ACOMPAÑAR HISTORIAS DE VIDA

Obispado de Valparaíso

Caminemos a la Luz del Señor
Encuentros de Acompañamiento Espiritual




ACOMPAÑAR HISTORIAS DE VIDA

Señor, tú me has examinado y me conoces; tú conoces todas mis acciones; aún de lejos te das cuenta de lo que pienso. Por todos lados me has rodeado; tienes puesta tu mano sobre mí. Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre. S 139

Acompañar historias de vida es tocar el trasfondo delicado de las personas y para ello necesitamos disponer nuestro corazón, nuestro cuerpo, nuestra inteligencia, nuestra fe y toda nuestra experiencia religiosa para acoger, para aprender a leer. Somos hombres y mujeres privilegiados de entrar en la trama de la vida de otros donde descubrimos la belleza de lo humano y la obra de Dios.

Ejercicio
a) Mencione tres habilidades que tengo para acompañar?
b) Mencione tres dificultades que tengo para entrar en la historia de vida?


Ser acompañante, tener la posibilidad de acoger y de entrar en la historia de vida de un hombre o de una mujer, es:
- Un arte y requiere de artesanos hábiles, de maestros.
- Una gracia de Dios que nos ayuda a entrar en el misterio de sus hijos y poder contemplar el misterio de lo humano.
- Un lugar de aprendizaje inigualable, donde adquirimos sabiduría de vida, allí aprendemos lo que nadie enseña y pocos saben gustar.
- Un trabajo arduo como es el hacer camino con ellos y ayudarlos a encontrar caminos de sanación, de re-lectura de la vida.
- Una responsabilidad que exige tiempo, volver sobre los casos, desarrollar todas nuestras habilidades.
Cuatro imágenes del acompañamiento de historias de vida que pueden iluminar mejor lo que es:
- Es un parto de vida nueva y nosotros somos los parteros
- Es una aventura tanto para el acompañado como para el acompañante. Buscamos un tesoro. Buscamos lo profundo de una persona y allí siempre encontramos un núcleo de vida resucitado.
- Es un enseñar a caminar a un enfermo
- Es un enseñar a leer a un hombre analfabeto para que llegue a declarar su vida y pueda bendecir y perdonar.

Los Evangelios presentan a Jesús como el buen samaritano de la humanidad que está botada junto al camino.
Lucas presenta a Jesús en la sinagoga de Nazareth como "el que viene a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor" Lc 4, 18-19.
Para ello Jesús entra en la situación concreta de los hombres y mujeres de su tiempo, situaciones de disminución, de desequilibrio interior para, desde allí, dar pasos que les devuelvan la paz, la libertad, el equilibrio interior, la posibilidad de crecer. Hombres y mujeres heridos, prisioneros de su historia que son atendidos por Cristo médico que tiene las medicinas apropiadas para sanarlos.
El ministerio de Jesús en los Hechos de los Apóstoles está resumido como: "hacer el bien y curar a todos los oprimidos por el diablo"
Hechos 10, 38.
Juan 4, 1-26 Jesús y la Samaritana
Lucas 19, 1-9 Zaqueo



¿Por qué entrar en la historia de vida?

* Nuestros acompañados llegan con una larga historia a cuestas, ellos son producto de toda una historia que necesita ser desentrañada. Nuestra tarea es conocerlos, quererlos, ayudarlos a aceptarse en su realidad de manera que cada uno pueda hacerse cargo de sí y mañana pueda florecer. Nadie puede saltarse su verdad.
* Revisamos la historia de vida para explicitar los más y los menos que hemos ido acumulando a lo largo de los años y poder elaborar los contenidos para ser lo que somos y aceptar lo que hemos vivido. Al explicitar estos hechos podremos darnos cuenta si estos facilitan o perturban nuestro desarrollo actual. "Lo que no se asume no se redime"
* Necesitamos ser sanados, consolados, liberados por otros. Esta es la intuición más de fondo del Evangelio: nadie se salva solo; los autosuficientes y los solitarios no tienen futuro. Siempre nacemos a la vida en los brazos de otros: padres, profesores, amigos, terapeutas, etc.
* Necesitamos con urgencia reparar las heridas de la vida. Las heridas, los rencores, los malos recuerdos, nos impiden entrar en comunión consigo mismo y con los demás y crecer en libertad. Al sanar nuestra historia podemos llegar a ser más objetivos, ir más allá de las idealizaciones, prejuicios y descalificaciones de personas y situaciones como también adaptarnos con rapidez a situaciones nuevas con una flexibilidad creciente. "Hace al hombre presente todo lo que es pasado"
* Al acompañar buscamos entrar profundamente en la historia de vida de otros para ayudarlos a agradecer y perdonar, dos temas profundamente evangélicos que tenemos que aprender a vivir nosotros y enseñar a vivir. Son fundamentales para reconciliarnos con nosotros mismos con Dios y con los demás, son muestras de un gran amor.
"Abre mis labios para que mi boca proclame tu alabanza y el perdón"
* Se trata de aprender a leer nuestra historia con sus altos y bajos, como una historia de salvación.
"…porque es eterna su misericordia"
* Necesitamos vivir en paz y armonía con nosotros mismos, con los demás, con Dios. Es la armonía del icono de Cristo salvador donde lo humano y lo divino manifiestan su belleza.




Algunas recomendaciones

a) Revisar la historia de vida para el acompañado no es fácil. Exige hacer un gran esfuerzo por explicitar hechos, situaciones y personas que han marcado para bien o para mal su experiencia vital.
Son presencias y ausencias, son encuentros y desencuentros, experiencias con una gran resonancia emocional que dejan al que lo hace muy vulnerable.

b) Nuestra vida está conformada por muchas historias específicas: la historia de mis penas, de mis rabias, de mis amores, de mi fe (llegar a escribir una cristianografía). Es la "historia de un alma", con sus gozos y dolores. Esto toma tiempo, disposición a despertar zonas "olvidadas" para que ahora puedan ser re-integradas en una vida adulta.
Se trata de explicitar y exponer a los propios ojos y a los de otro nuestro tesoro más preciado, son nuestros vínculos fundamentales, nuestros amores, sueños y logros como también nuestros temores, dolores y desencantos, con papá, con mamá, con abuelos, con amigos, etc.
Los hechos no son hechos objetivos sino interpretaciones nuestras de los hechos. Es por esto que son leídos de manera distinta a medida que vamos pasando por la vida.

c) A menudo tendemos a olvidar lo doloroso, lo vergonzoso y desagradable; vamos arrinconando recuerdos, hasta llegar a creer que desaparecieron, aquello que en etapas anteriores no podíamos asimilar e integrar a nuestra conciencia.
Toda experiencia, las buenas, y las malas, dejan huellas en nuestra memoria, en nuestro corazón, en nuestra conducta.
"La carrera al caballo en el cuerpo se le queda"
La memoria es la facultad que nos permite olvidar las cosas, es selectiva y es por eso que recordamos unos hechos y otros los olvidamos
Hay familias de experiencias que son importantes revisar; son experiencias que alteran, consciente o inconscientemente, nuestra manera de relacionarnos con nosotros, con otros, con Dios.:
- Las agresiones, verbales, físicas,
- Los abusos
- Las experiencias límites: separación de los padres, muertes, accidentes.
No es justo hacer memoria y compartir sólo lo doloroso, lo que otros nos han producido y lo que nosotros hemos producido, es preciso hacer un esfuerzo por recordar lo positivo, lo logrado de nuestra historia de vida, de manera de integrarlo y pasen a ser parte del patrimonio de la persona.
La persona sana es la que aprende a recibir y agradecer el amor que otros le ofrecen.
A menudo tenemos mayor conciencia de lo que nos ha faltado que de lo que hemos recibido en materia de cuidado y de cariño, por eso es frecuente encontrar personas quejumbrosas de su suerte.

d) No basta enumerar los hechos, es preciso entrar en comunión con su contenido emocional. En las experiencias dolorosas, a menudo estos contenidos han sido reprimidos, negados, alterados y necesitan ser rescatados ya que están en el trasfondo vital de nuestra personalidad.
Fácilmente decimos: "para que darle más vuelta" de manera de evitar las penas, rabias y dolores contenidas.
Es preciso invitar al acompañado a que se dé permiso para sentir, para pensar, para recordar, para llorar todo lo que hay que llorar.
Normalmente en las mujeres, debajo de la pena y las lágrimas hay rabia, o bien en los hombres, debajo de la rabia hay pena. Tanto hombres como mujeres necesitan reconocer y expresar la parte oculta de las vivencias emocionales.
Las penas se lloran sin necesidad de justificarlas ni dramatizarlas como un recurso para ser acogidos.
Es más importante que el acompañado manifieste el tamaño de la pena, la forma y el color, que los por qué.
No basta hacer una catarsis, es decir echar fuera los contenidos no compartidos, no llorados. Este es un primer paso para re-estructurar a la persona y sus conductas, es necesario la aceptación e integración de la experiencia, la búsqueda de sus significados, los por qué y los para qué, el tomar conciencia de las consecuencias en la conducta actual.

e) No se puede permitir a una persona instalarse en determinadas etapas de vida o en situaciones específicas, en experiencias emocionales negativas o positivas del ayer. Esto impide el crecimiento y hace que fácilmente volvamos a experiencias anteriores (regresiones).
No podemos olvidar que somos peregrinos, vamos pasando por el dolor y por el gozo

f) Necesitamos ser animados, contenidos, cuestionados para sacar a luz las experiencias traumáticas. La mejor manera de aceptar nuestra historia es vernos y sentirnos aceptados profundamente por otro con lo hermoso y lo difícil que hay en nosotros.
Se trata de aprender a leer de manera nueva lo vivido para así empezar a escribir una historia nueva, integrada, redimida.
Revisamos la historia de vida para partir con fuerzas nuevas, para aprender de ella y vivir con mayor libertad las relaciones actuales y las que vamos a establecer.
El acompañamiento es un ejercicio de comunión entre dos personas, se trata de tender puentes entre el ayer, el hoy y el mañana; entre las personas y su entorno significativo; entre datos e interpretaciones.

g) Es importante en el acompañar historias de vida, ayudar a descubrir lo bueno de lo malo y reconocer lo malo de lo bueno que hemos vivido. Rescatar lo rescatable en las experiencias difíciles y descubrir los frutos que ha producido en nosotros la adversidad.
Las experiencias de vida, las habilidades y las personas nunca son completamente buenas o completamente malas. Ser inteligente es bueno pero con ella podemos dañar, oprimir, despreciar a otros.

h) Necesitamos re-definir los juicios negativos que nos hacemos nosotros mismos: "no soy tonto, hago tonteras". Cuando nos hacemos juicios negativos estos disminuyen nuestra auto-estima lo que trae consecuencias en otros niveles de nuestro quehacer. También tenemos que re-definir los juicios que hacemos de otros, para así limpiar la mirada y no descalificar o idealizar.


Los acompañantes

Para acompañar bien la historia de vida de otros se requiere de hombres y mujeres de Espíritu, con sabiduría de vida, con fuego y peso de vida, que sepan gozar de que su servicio es acoger, discernir, desafiar y disponer al acompañado para que se deje conducir por el Espíritu, el que renueva todo lo nuestro y hace posible un mundo nuevo.
Algunos aprendizajes a hacer y habilidades a desarrollar.

a. Los acompañantes no son terapeutas sino testigos de la bondad de Dios, de su misericordia, tarea mucho más hermosa y más difícil de realizar.
Somos testigos no sólo por lo que decimos sino por el tono y la expresión no verbal que acompaña a nuestras palabras (el 7% del mensaje que transmitimos está dado por las palabras, el 38% por el tono y el 55% por la postura corporal).

b. Se requiere tener siempre presente en los ojos y en el corazón la historia de Jesús:
- El pasó por el desprecio y el dolor
- El quiere estar junto a los que sufren y cargar con sus dolores.
- El sufrimiento ofrecido es redentor, nos hace más sanos, más libres.
- Necesitamos invocar el poder sanador de Jesucristo.

c. No basta con acoger los hechos y las emociones, es preciso reconocer el paso de Dios en esta historia de vida. Necesitamos aprender a discernir las presencias y las ausencias de Dios en nuestros acompañados para reflejarlas y que la persona las descubra y tome los medios para reparar lo no logrado y bendecir por lo alcanzado.

d. El acompañar es un ministerio que exige delicadeza, fuerza de vida y una gran libertad interior. Se trata de facilitar en el acompañado la reintegración de hechos y emociones del ayer a la realidad actual de una persona mayor y por eso hoy puede asumir esos contenidos y re-interpretarlos.

e) Es necesario saber que entramos en el misterio de la vida de un hombre, de una mujer, con lo incomprensible que hay en cada vida. Nunca podremos comprender completamente a los demás, ni siquiera nosotros nos entendemos.

f) Para acompañar bien es importante estar libre de la propia historia. Así podremos aceptar mejor a otros, verlos como personas valiosas, preguntar con libertad sin inducir respuestas.

g) Nuestra referencia de sufrimiento puede ser un recurso que aprovechamos para invitar a ir a fondo.

h) Algunas habilidades a desarrollar:
• Una mirada contemplativa
• Disponer el cuerpo para acoger, para sostener, para desafiar... Cuidar de la congruencia de la postura física
• La escucha activa
• El preguntar discreto pero persistente. Preguntas abiertas que inviten a expresarse.
• El no juicio ni el hacer comentarios (no escandalizarse)
• La empatía que es seguir los sentimientos y percepción del otro y de reflejar esta comprensión.
• El evitar generalizaciones, cada persona es original y tiene derecho a ser conocida en su individualidad.
• La confidencialidad a toda prueba
• El no aconsejar ni ofrecer soluciones
• El cuidar las actitudes protectoras, no somos papá ni mamá, somos peregrinos.
• El cuidar nuestra tendencia a la omnipotencia y a ofrecer promesas desmedidas.
• El cuidarnos de la propia curiosidad
• El promover el perdón, la comprensión, una mirada positiva.
i) En algunas ocasiones es necesario derivar a personas con mayor entrenamiento o a profesionales.

viernes, 2 de octubre de 2009

Itinerarios espirituales para las diferentes etapas de la vida

Obispado de Valparaíso

Caminemos a la Luz del Señor
Encuentros de Acompañamiento Espiritual



Itinerarios espirituales para las diferentes etapas de la vida:

1.- Juventud y primera adultez: etapa de la intimidad (hasta los 35 años)

1.- ¿Cuál es mi centro personal?

La etapa corresponde aproximadamente a los primeros años de la vida laboral/profesional (primeros años de matrimonio), hasta los 35 años aproximadamente. Es el tiempo en que los jóvenes comienzan a asumir responsabilidades adultas de la vida, a tomar decisiones importantes para el futuro de la propia vida, a hacer opciones que tienen que ver con la vocación para la vida. Es un tiempo de mucho preparar, de proyectar y de comenzar a vivir muchos comienzos (estudios, trabajos, pareja, etc.).
Esta etapa está marcada por dos desarrollos.
A. En el plano psicológico: Se busca tener una identidad que no sea definida por los demás, que no esté compuesta exclusivamente por los papeles significativos que cada uno desempeña en la vida. Sin embargo, por las nuevas responsabilidades que se asumen como por la inserción más de lleno en la actividad apostólica, hay una tensión que se produce entre la búsqueda de identidad de cada uno y las expectativas y deseos de los otros. Además en esta etapa se consolida una cosmovisión claramente diferenciada de la de los demás, capaz de sostener coherentemente la propia identidad; aquí los símbolos se vuelven conceptos y opciones movilizadoras y configuradoras de vida.
B. En el plano espiritual: el desafío de esta etapa es el de la “intimidad”, entendida esta como la actitud de asumir profundamente las grandes convicciones de la vida y de empezar a vivir en consecuencia. Esta actitud surge como respuesta a un llamado del Señor que en esta etapa resuena con la fuerza de la invitación hecha por el mismo Señor a estar con Él y a asociarse a su misión. En el fondo, es el llamado a abrazar la causa de Jesús y de su evangelio y a entregarse enteramente en este servicio. Es también un tiempo en que se sigue aprendiendo y creciendo a partir del contraste con la el realidad, con las nuevas responsabilidades asumidas, con la nueva hondura desde la que se viven las relaciones con las personas. Esta nueva hondura tiene que ver con la experiencia de entrada en le mundo laboral, de constitución de una vida de pareja con proyecto de futuro, la llegada del primer hijo o hija. Puede ser una etapa de muchas crisis, pero que redundan en una actitud más realista, más reconciliada con las capacidades y las fragilidades propias de nuestra condición humana.
Esta tarea supone un proceso de internalización de las expectativas, de cierto “egoísmo” en que la construcción de la persona se vuelve lo más importante. Esto no quiere decir que los demás no importan, sino que se define la propia identidad más claramente de una relación intima consigo mismo, con los demás y con Dios.
En términos de desarrollo de la fe, ésta se expresa de manera “individual-reflexiva”, es decir se ha asumido la fe de manera adulta, realista, razonada y comprometida. Hay una preocupación por hacerla crecer, por alimentarla y por expresarla sin fanatismos ni fundamentalismos.
El paso a la quinta etapa es preparado por la escucha de las voces interiores, que son enérgicas y capaces de perturbar las seguridades adquiridas; por la presencia de historias, símbolos y mitos, tanto en la propia tradición como en las ajenas, que chocan con la claridad y radicalidad de la propia fe; y por las desilusiones personales, que ayudan a reconocer que la vida es bastante más compleja que lo que cabe en la cosmovisión propia.

2. ¿Cuál es el Evangelio de esta etapa?
La buena noticia para esta etapa de la vida es por un lado, la acogida del llamado de Jesús, por libre iniciativa suya, a los que él quiere para que estén con él, formen parte de los suyos y al mismo tiempo, para asociarlos estrechamente a su misión, para enviarlos a predicar. (cf. Mc 3,13-19). Con el realismo creciente de esta etapa, la buena noticia es entonces sorprenderse de la mirada que Jesús ha puesto en uno para ser su amigo y hermano. Hay en esta buena noticia una dinámica responsorial que compromete la vida entera del que quiera ser discípulo de Jesús. A partir del Lucas 9, 18-27 vemos algunas de las características de esa dinámica:
a) El paso de una fe recibida de otros a una fe vivida como decisión personal en respuesta al Señor. Se produce un proceso de relectura de la propia historia de fe y en ella de purificación de lo que cada uno ha vivido en el camino con Jesús. Y todo ello redunda en una respuesta personal que se da ante el Señor que pregunta: “Y tú ¿Quién dices que soy?”
b) Es el tiempo en que se reconoce la supremacía de Dios en la vida y en la vocación personal. Es tomar conciencia renovada de que es el Señor el que nos llama de manera continua para colaborar en su misión, abrazando su causa del Reino, corriendo los riesgos que ello implica y aportando lo mejor de cada uno de nosotros mismos.
c) Es también el tiempo de asumir que la fe supone la dificultad y la persecución. Es el enfrentamiento entre la decisión de seguir a Jesús, la grandeza de la misión que él nos confía y la conciencia de la propia fragilidad en este seguimiento.

3. ¿En qué tengo que creer?
Esta etapa desafía a creer con una fe marcada por el servicio y la entrega:
a) Jesús que llama a ser sus discípulos a asumir la causa del reinado de Dios. Jesús no sólo llama a los que él quiere sino que los hace partícipes apasionados de su misma misión. Se trata entonces de estar disponible a dejarse entusiasmar y descentrarse de sí para recentrarse en causa de Jesús y de su evangelio.
b) Creer en la fecundidad paradójica del llamado de Jesús. Esto significa a “perder” la vida por Él y como él para “ganarla”. Implica entonces asumir la paradoja del servicio al estilo de Jesús en la cual quién lo deja todo por Él, se abre a una fecundidad insospechada, la del ciento por uno, asumiendo también las dificultades y conflictos que esto conlleve.
c) Abrirse a la alegría que brota de la búsqueda del querer de Dios, siempre sorprendente y que se expresa concretamente en el seguimiento de Jesús. Es él el que nos acompaña y nos capacita con su Espíritu para que respondamos a su amistad y confianza, que es más grande y más fuerte que nuestras capacidades o limitaciones. Como lo señala el documento conclusivo de Aparecida y que define el talante gozoso del ser cristiano: “La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo.”(No 29)
La parábola del tesoro escondido (Mt 13,44) ejerce un una especial fascinación en esta etapa, ya que lleva a una fe que asume riesgos, que es dócil al Espíritu y al llamado de los signos de los tiempos. El tesoro es símbolo de todo lo que en la vida es valioso y deseable, es por lo que vale la pena dejarlo todo para responder al llamado de Jesús a “venderlo todo”.

4. ¿De qué me tengo que convertir?
En esta etapa un peligro está en creer resolver los desafíos de esta etapa, contentándose con una actitud de continuo ensayo, de permanente huida de los compromisos, sin una clara relación entre las limitaciones de la realidad y las condiciones propias.
Una tentación de esta etapa es la de construir la propia vida desde la ilusión de si mismo- imagen idealizada de sí. Se busca responder al llamado de Dios pero sin asumir los costos y exigencias que ello progresivamente conlleva. Es posible elegir la vida y no asumir las consecuencias de este compromiso y quedarse con una fe cómoda, querer quedarse sólo con lo bueno, con lo seguro, en donde me siento bien.
Otra tentación es quedarse fijado en la etapa anterior y vivir de sueños y situaciones ideales, en que la realidad se transforma en un obstáculo por evitar más que en un desafío o una incitación para recrear los sueños de la etapa anterior. Es un tiempo para convertirse de un fenómeno de acomodamiento y de falta de entereza y de la radicalidad necesarias para responder al llamado de Jesús y para asumir sus consecuencias.
Hay por lo tanto un llamado permanente a revisar las motivaciones de la entrega, por generosa y abnegada que ella sea. Es necesario convertirse de las pequeñas causas, centradas en uno mismo como son la búsqueda desordenada del éxito personal, de seguridades afectivas, en la instalación en el propio bienestar, como formas de compensación a las renuncias y exigencias del llamado. Si bien en esta etapa los inicios de la actividad ministerial, con sus atractivos y sus exigencias, ocupan la mayor parte de nuestro tiempo y preocupación, se hace importante el cultivar espacios de gratuidad y de relación tanto en la oración como en la familia. La oración en esta etapa está centrada en mirar a Jesús en su manera de vivir su ministerio y en abandonarse en sus manos para hacerse disponible a su misión.

5. ¿A qué me envía el Señor?
Es el tiempo de una nueva definición vocacional, de saberse llamado por una elección que en primer y último término reposa en una iniciativa libre y amorosa de Jesús. También hay un llamado a la radicalidad, a darlo todo cada vez, lo que evidentemente va variando en su expresión, a medida de lo que cada uno descubriendo y abrazando el querer de Dios
Esto supone un llamado a asumir las responsabilidades propias de la vida adulta, tanto en lo personal-afectivo, como en lo laboral y lo más institucional. Esta es la generación que comienza a asumir las tareas y responsabilidades propias en la fundación de una familia, muchas veces con más entusiasmo que con experiencia, pero, a la vez, con deseos de entregar la vida tanto en las tareas cotidianas como también en las nuevas iniciativas que se emprendan.

II. Subsidios bíblicos

Seguir el itinerario de Pedro en el Evangelio, deteniéndose e en las distintas respuestas que él da a los llamados del Señor; en la primera llamada al borde del lago (Mc 1,16-18), la confesión de fe en Jesús en el camino (Lc 9, 18- 20) y la nueva respuesta al Resucitado al borde del lago (Jn 21,15-19)

También es iluminador el itinerario de Pablo, su paso de perseguidor a ser perseguido y alcanzado por el Señor (Hch 9,1-19;22,6-16 ) Tras el encuentro con Jesús, se puede apreciar el ardor de su entrega, centrada en el anuncio de Cristo Crucificado y Resucitado, asumiendo con ese mismo ardor los conflictos y dificultades que la realización de esta misión conlleve. (2 Cor 4, 1-18) Pablo asume la paradoja del servicio al estilo de Jesús: “Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él” (Filp 3, 8) Y finalmente el camino de entrega realizado por Pablo, en donde el apóstol entregado y generoso se hace servidor humilde del Señor que ya está actuando en le corazón de las personas, en su Iglesia (Hech 20,17-38)

También para una mirada de la Iglesia releer las cartas del libro del Apocalipsis 2,1-3,22, deteniéndose especialmente en la mirada que el Viviente tiene de cada una de las iglesia, la distancia que hay entre la primera respuesta y la que pide hoy el Señor, la invitación a renovar la confianza en el Señor que ahora vive y a escuchar en el presente “lo que el Espíritu está diciendo a las iglesias”.

(autor: Alberto Toutin ss.cc.)

Itinerarios espirituales para las diferentes etapas de la vida

Obispado de Valparaíso

Caminemos a la Luz del Señor
Encuentros de Acompañamiento Espiritual



6.- "Caminemos a la luz del Señor". (Is 2)
Itinerario espiritual.

Itinerarios espirituales para las diferentes etapas de la vida:

3.- La edad adulta - La transición en la mitad de la vida. (m/m 35 a 50 años)

Esta etapa se distingue de la anterior porque lo alcanzado en ella ya no es suficiente. Gregorio Magno nombra como detonante de esta etapa la "acedia" (el "demonio del mediodía") y lo describe así: "la desesperación, desaliento, mal humor, amargura, indiferencia, somnolencia, aburrimiento, evasión de sí mismo, hastío, curiosidad, dispersión en murmuraciones, intranquilidad del espíritu y del cuerpo, inestabilidad, precipitación y versatilidad." Ciertamente estas descripciones valen para las distintas situaciones personales y no necesariamente todas coinciden en una y la misma persona. Veremos como justamente a través de este estado de ánimo Dios quiere invitarnos a encontrarnos con nosotros mismos superando nuestro "ego", a "llegar a ser lo que somos" para encontrarlo a Él.

1. ¿Cuál es mi centro personal?
El Laberinto
La casa de mi vida se parece a un edificio redondo y plano (como una torta), pero esto lo noté bastante tarde.

Hoy lo veo así:

Yo daba vueltas a lo largo o alrededor de los muros exteriores de la casa de mi vida, eternas vueltas. Creía conocer el mundo exterior y tenía bastante éxito en mis cosas.
Pero mi propio interior no lo conocía.
Así pasaron muchos años.

Al llegar a la mitad de la vida me llegaron los primeros problemas cardíacos.
El dar vueltas alrededor de mi casa me satisfacía cada vez menos. Yo molestaba a todo el mundo, mi vida era vacía, llena de contradicciones, sin sentido, no valía la pena.
Y cuanto más sufría con todo esto, tanto más corría, me estresaba, tanto más me alejaba de la verdadera meta, del verdadero centro de mi vida.
Muy adentro lo sabía, pero todavía no me era posible admitirlo frente a mi mismo y frente a los demás.
Me cansaba cada vez más y mi carrera diaria se hizo más lenta.
Nació el deseo de entrar en mi interior, de ahondar, de encontrar el centro.
El ritmo de mi vida era demasiado acelerado, de tal manera que cada vez que pasaba por la entrada de mi casa, pasaba de largo. La entrada era pequeña, no resaltaba a la vista. Comencé a buscar seriamente. La casa de mi vida tiene una sola entrada angosta y escondida. Finalmente la encontré. Mi primera reacción fue tener miedo a perder mi libertad. El riesgo era muy grande de encontrarme con algo completamente desconocido e incierto. Pero llegué a un punto en que eché a un lado el miedo de mi mismo. Con cuidado entré al espacio interior de la casa de mi vida. Pero no había espacio, había sólo un pasillo estrecho, una manga, por donde pasaba sólo una persona a la vez. No podía correr para adelantar a alguien como lo había hecho tantas veces. Nadie salía a mi encuentro que me necesitara.
Estaba solo conmigo mismo y - no había luz.
Sólo el pasillo angosto me indicaba la dirección y el camino.
Me decía a mi mismo: no puedes detenerte, no hay vuelta para atrás.
Entonces no sabía todavía que el rodeo era el camino más directo para llegar al centro.
Con frecuencia el tramo era muy largo y monótono, otras veces era corto.
Había curvas y vueltas en todas direcciones, perdí la orientación por completo.
A veces creía que la meta estaba al alcance de la mano, otras veces todo el esfuerzo me parecía en vano. Con fe ciega avanzaba por el camino, renunciando a la posibilidad de alcanzar la meta.
Hasta que de improviso se abrió delante de mi un espacio. Entré y avancé hasta el centro y me di vuelta en la dirección de donde había venido. Era el momento de la conversión.
El largo camino por la oscuridad de la noche y de la soledad me había llevado al centro. Este era el lugar donde acontecen la muerte y la resurrección.
Me sentía cambiado. Vida nueva bullía dentro de mi. Mis ojos se iluminaban, mis sentidos se llenaban de espíritu y vida. Soy otro. Lo que he vivido y experimentado no se puede describir. No es nada asible y sin embargo es la única realidad. El que lo ha experimentado lo sabe.
Pude iniciar el retorno, el camino del interior hacia el exterior, el camino hacia el mundo.
Pero mi vida ahora tenía otra orientación.
El camino desde el exterior hacia el centro es un vía crucis, un camino de sufrimiento que lleva a la muerte del yo.
El camino del centro hacia afuera es el camino en el que el hombre nace de nuevo.
En el fondo es el mismo camino, son las mismas vueltas de camino, los mismos tramos largos y aburridos, las mismas angosturas, la misma oscuridad.
No es el camino que cambió, más bien es mi corazón, todo mi ser el que cambió.
Avanzo ahora por el mismo camino, pero con una libertad serena, pleno de vigor, con una luz interior y esperanza alegre.
Cuando surgen dificultades ya no me enredo en la vueltas de mi propio yo, porque mi "ego" ha muerto.
Ahora enfrento serenamente las pruebas de la vida y avanzo.
Así crece y madura mi persona caminando y avanzando en el camino.

Y mi casa, la casa de mi vida, nuevamente me doy vueltas alrededor de ella como en tiempos ya pasados y mantengo relaciones con muchas personas.

Pero todo ha cambiado:

Ahora conozco el exterior y el interior, vivo con el alma en equilibrio, me he conectado, puedo sacar agua del propio pozo, del pozo en el centro de mi vida. Mi acción hacia afuera está acompañada por una promesa y plena de sentido.
La vida vale la pena.
El que ha recorrido los largos pasillos del laberinto de su vida, encontró su centro, llegó a casa y habita la casa de su vida.
Y eso es bueno.

La mitad de la vida, o sea la etapa entre los 35/40 y 45/50 años (según cada persona) es, en palabras del poeta Ch. Péguy, "la edad en que llegamos a ser lo que somos". Una antigua sentencia hindú expresa: "Hasta los 20 años el hombre aprende; de los 20 a los 40 realiza; a los 40 peregrina en busca de sí mismo; a los 60 renuncia, ha encontrado por fin la sabiduría del "no deseo"." Para los padres del desierto la "mitad de la vida" es la hora del "demonio del medio día" la "acedia". Es el "tedio de la vida", la "tristeza espiritual", el "rechazo que el hombre dedicado a las cosas de Dios siente por todo lo espiritual". Esto nos hace recordar el salmo 90: "No temerás ... ni la epidemia que devasta al mediodía."
"Con cuarenta comienza la vida. El hombre hace lo que quiere, lo comienza como quiere, pero no alcanza nunca la verdadera paz hasta que su ser no sea imagen del hombre celeste que no es antes de los cuarenta años. Hasta entonces está ocupado con muchas cosas y la naturaleza le lleva de aquí para allá y muchas veces sucede que la naturaleza le domina y él cree que es el mismo Dios y no puede alcanzar la verdadera y plena paz y ser celeste del todo antes del tiempo dicho. Luego el hombre debe esperar diez años antes que el Espíritu Santo, el consolador, en verdad le llene. El Espíritu Santo que lo enseña todo." (Juan Tauler)
Para Tauler se trata de alcanzar el "fondo de la propia alma", que es lo más íntimo y propio de la persona humana, el fundamente en el que todas las fuerzas del alma se unifican. Es el punto en el que la persona humana está de verdad consigo misma y en el que Dios habita. Ese fondo del alma no se puede alcanzar con las propias fuerzas, ni mediante el esfuerzo ascético y ni siquiera con mucha oración. No se alcanza llegar al "fondo del alma" por el esfuerzo y el hacer, sino por el abandonarse, por el entregarse, cuando se deja actuar a Dios. Dios, a través de las experiencias de la vida, nuestros errores y fracasos, nuestra debilidad, nos va vaciando y despojando. Estas experiencias se condensan en la mitad de la vida. Y aquí es importante que nos dejemos conducir por El hasta el "fondo del alma" atravesando las arideces y vacíos del propio corazón. En este "fondo del alma" no nos encontramos con nuestras imágenes y sentimientos sino con el Dios vivo.
“Todos los santos pensamientos y amables imágenes y la alegría y júbilo y lo que le había sido dado por Dios le parece ahora una cosa pesada y se disipa demasiado de tal manera que ya no encuentra gusto en todo ello y no puede continuar. Esto no le gusta y lo que le atrae no lo tiene. De esta manera está entre dos polos y se encuentra en gran dolor y apretura” . Así describe Tauler la crisis de la mitad de la vida en personas religiosas que comienzan a sentirse vacías y sin ánimo. Con frecuencia se reacciona mal ante la crisis a la que Dios le ha llevado. (conf. también a Juan de la Cruz en su descripción de la Noche Oscura, que para Juan es una crisis de crecimiento: “Y así, los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no sólo (no) hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza (aveza = acostumbra) a andar por sus pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al revés.” (1 N 8, 3)).


2. ¿Cuál es el Evangelio de esta etapa?
La Buena Noticia en esta etapa es que lo vivido hasta ahora no fue todo. Hay más, y este "más" está dentro de mí. Si hasta ahora he estado explorando, descubriendo, conquistando mundos "por fuera", y me he ubicado en este mundo al que pertenezco, ahora estoy invitado a descubrir, conocer y entrar en mi "mundo interior". Estoy invitado a descubrir que aquel lado mío que hasta ahora no podía florecer, al que no prestaba atención, al que negaba porque me daba vergüenza, aquel lado ahora tiene su oportunidad. Y esta es la oportunidad de Dios, pues en la aceptación de lo contrario, lo opuesto, en la relativización de mi persona, en la aceptación de mi sombra aprendo a ser humilde y mi "ego" deja espacio a Dios. Esta experiencia la expresa San Agustín con este hermoso poema:

¡Tarde te amé
hermosura tan antigua y siempre nueva,
tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí,
yo, fuera.
Por fuera te buscaba
y me lanzaba sobre el bien y la belleza
creados por Ti.

Tú estabas conmigo
y yo no estaba contigo
ni conmigo.


Me retenían lejos las cosas.
No te veía ni te sentía,
ni te echaba de menos.

Llamaste y clamaste,
y rompiste mi sordera.
Mostraste tu resplandor
y pusiste en fuga mi ceguera.
Exhalaste tu perfume,
y respiré
y suspiro por Ti.

Gusté de Ti,
y siento hambre y sed.
Me tocaste,
y me abrazo en tu paz.

Si en esta etapa hay desánimo, "turbación" o "apretura", es que Dios nos quiere llevar a que nos encontremos con Él, atravesando nuestra sordera y ceguera nos hace escuchar su voz e iluminando nuestra oscuridad nos hace gozar con el resplandor de su belleza. No se trata de cambiar la forma de vivir sino la vida misma.

3. ¿En qué tengo que creer?
Es tiempo de releer mi historia, aceptándola como historia de salvación incluso en su negatividad y pecado. Dios nos reconcilió en Cristo asumiendo nuestro pecado. (Lc 15; 2 Cor 5; Rom 4-5; Ef 2). Sólo la fe en un Dios que nos acepta como somos, gratuita e incondicionalmente, nos permite aceptar y asumir nuestro pasado con sus culpas, cobardías, traumas y errores.
Estoy invitado a creer que al final de este largo camino hacia el interior, hacia el centro del laberinto me encontraré conmigo mismo y que en este "lugar", donde soy yo mismo, Dios me espera. En la oscuridad del laberinto, en el útero y la cueva, ahí donde no hay ninguna otra luz me encuentro con "su resplandor" que pone en fuga mi ceguera y mi oscuridad. El perfume que Él exhala en este "lugar" escondido y en este encuentro me hace "suspirar" por Él, y en este anhelo de Dios encuentro la paz. Como dice Evagrio Póntico: "Una vez concluido el combate, un estado apacible y un gozo inefable suceden al alma".

4. ¿De qué me tengo que convertir?
Con frecuencia se reacciona mal ante la crisis. Los maestros de la vida espiritual enumeran y describen algunas reacciones equivocadas:

 La primera consiste en negarse a dirigir la mirada al interior de sí mismo. No reconocer que la raíz de la inquietud está en el propio interior sino buscarla fuera, en los demás, en las estructuras, en las instituciones. Se proyecta el descontento de sí mismo hacia fuera y se obstruye con reformas exteriores la entrada al fondo de su alma. La lucha con lo exterior exime de enfrentarse consigo mismo, de luchar consigo mismo.

 La segunda consiste en aferrarse a actividades exteriores (activismo) eso lo mantiene ocupado y "entretenido" y elude la confrontación interior.

 La tercera consiste en buscar remedio a la inquietud y el desánimo en un cambio de la forma de vida. No es la forma de vida lo que hay que cambiar, es la vida, el interior, lo que está llamado a transformarse. La tentación es no entender bien el propio desasosiego, no oír la voz de Dios que quiere precisamente llevar a la persona a su propio interior a través de la "apretura" y en vez de enfrentarse a los cambios interiores se queda en los cambios exteriores.

En síntesis, la tentación de esta etapa es permanecer en el "exterior", o querer abandonar la carrera o la lucha. La respuesta es la resistencia o la perseverancia.

5. ¿A qué me envía el Señor?
Podemos llamar esta etapa de la vida un tiempo de gracia, un tiempo de la visita del Señor, que nos invita y nos envía como a Nicodemo a nacer de nuevo para poder ver y anunciar el Reino de Dios (conf. Jn 3). Este el momento en que nuestro "viaje al propio interior" permite que comencemos a sacar cosas nuevas y cosas viejas de nuestro tesoro. (conf. Mt 13, 52)
En la mitad de la vida nuestras tareas habituales seguirán posiblemente como siempre, pero la misión propia de este tiempo es prestar el oído a la voz interior y poner manos a la obra del desarrollo de la personalidad interior, en lugar de estar como hasta entonces a la escucha de las expectativas del mundo.
"Lo que la juventud encontró, y debía encontrarlo, fuera, el hombre de la tarde lo debe encontrar en el interior."

Para C. G. Jung los problemas con que se tropieza la persona en la mitad de la vida dependen de la tarea que la segunda mitad de la vida le exige y en los que tiene que empeñarse:
 relativización de su persona;
 aceptación de la sombra;
 integración de anima y animus;
 desarrollo del "sí mismo" en la aceptación de la muerte y en el encuentro con Dios.
Para C.G. Jung toda la vida humana es como un conjunto de contradicciones, contrastes o polaridades. Frente al consciente está el inconsciente, frente a la luz la sombra, frente al ánimus el ánima. La contradicción o polaridad es esencial al ser humano. El ser humano no llega a su plenitud, es decir no se desarrolla hasta el "sí mismo" (self), si no consigue integrar las contradicciones en lugar de eliminarlas. En la segunda mitad d la vida se trata "no de una conversión a lo contrario sino del mantenimiento de los valores antiguos ala vez que se reconocen sus contrarios".
Es el momento de aprender la humildad. La humildad es nuestro lugar verdadero en la vida, en el mundo, junto a los demás y delante de Dios. El camino que nos lleva a nuestro propio interior para allí transformarnos, nos ubica en nuestro verdadero lugar y al llegar podemos cantar con María, llenos de gozo y de paz, nuestro propio Magníficat.

Subsidios:
a.- Textos de la Escritura:
"El Evangelio de Juan nos propone el bello relato del encuentro de Jesús con Nicodemo: "... éste fue de noche a visitar a Jesús... Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios. ¿y cómo puede uno nacer cuando ya es viejo? ...¿cómo puede ser eso? (Jn 3, 1 - 8). Este relato parece plantear el necesario y significativo cambio que es requerido al adulto para pasar de la noche a un nuevo día existencial. Muchas veces me he preguntado si varios relatos de conversión en el Nuevo Testamento, no hacen referencia expresa a este fenómeno existencial del cambio o transformación (transición) de la mitad de la vida: San Pablo, Nicodemo (Jn 3, 1 - 8), La Samaritana (Jn 4, 5 - 30.39 - 42), Zaqueo (Lc 19, 1 - 10), María Magdalena... aparecen encontrándose con el Señor de una manera transformadora, ¿podríamos hipotetizar que esta transformación espiritual tiene una vinculación con los procesos existenciales que vivían estas personas y que el encuentro con Jesús les permitió entrar en su interior y encontrarse con su verdad, transformando sus vidas?" (conf. Javier Cerda, La mitad de la vida ... p. 6)
Nicodemo duda si un hombre, "siendo viejo", puede volver a entrar en el útero de su madre. No estaba tan equivocado, hay que entrar al interior, al propio interior, para nacer de nuevo. Si la transición en la mitad de la vida es una invitación a entrar al propio interior, en este hermoso texto de Juan queda claro que este "entrar al propio interior" no es para quedarse ahí, retirado del mundo y de los demás, sino para "nacer de nuevo", para que habiendo entrado en mi mismo, habiendo muerto el "ego" pueda estar en el mundo, en relación y compromiso con los demás, con la creación, con Dios de manera nueva, integrada, madura.
Las dos figuras de la Mujer Samaritana y de Zaqueo muestran como Jesús acompaña a ambas personas a entrar en su propio interior, a descubrir sin miedo "todo lo que he hecho" o sea "todo lo que soy" y a "nacer de nuevo" transformando la vergüenza, la frustración, el miedo, la humillación en "humus" para una nueva vida. Ambas figuras se habían escondido. La Mujer Samaritana iba al pozo a una hora en que nadie más iba, las mujeres de su pueblo iban en la "fresca" de la mañana o de la tarde, ella fue al medio día. Zaqueo no solo por ser pequeño subió a un árbol, podría haber elegido un balcón o la azotea de una casa que estaba en el camino de Jesús, pero él eligió un árbol frondoso para no ser visto. El encuentro con Jesús fue un encuentro con el "yo mismo" (self) de cada una de estas dos personas, con aquello que está más allá, o más adentro del "ego" y sus miedos, fracasos y culpas. En ambas figuras este "ir al propio interior" ha permitido el encuentro con su dignidad que no depende de lo que cada uno ha logrado o malogrado en la vida. Esta dignidad, esta grandeza es anterior a los méritos o fracasos de una persona. Jesús acompañó a la Samaritana y a Zaqueo hasta este "lugar" en el propio interior donde vive Dios y de ahí han podido "salir" transformados, sanados, nuevas personas.
La experiencia descrita en el Primer libro de los Reyes (1 Rey 19, 4 ss.) en torno a la figura del profeta Elías que, según su manera de ver las cosas, había llegado a la cumbre de su carrera de profeta en el juicio de Dios del monte Carmelo, experimenta un repentino derrumbe de todo lo que había levantado y concluye: "¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres!" re-envío anda a desandar el camino ...
Podemos agregar como imagen bíblica del proceso de transformación, de encontrar el camino hacia el propio interior, de crecimiento en la fe el proceso vivido por Israel en el Exilio. En el camino del exilio Israel debe dejar atrás muchas expresiones de su fe en Yahweh (la Tierra Prometida, el templo en Jerusalén, el sacerdocio del templo y el culto como maneras de poder conseguir el favor de Yahweh). “Señor somos el más insignificante de todos los pueblos y hoy nos sentimos humillados en toda la tierra, a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocaustos, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso, ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar tu misericordia." (Dan 3, 37) y "¡Todo lo que más queríamos está en ruinas! Y ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada? ¿Te vas a quedar callado y vas a humillarnos hasta el extremo?" (Is 64, 11 s.)
Pero Yahweh no se quedó callado:"Esto dice el Señor: Yo los desterré y los dispersé entre las naciones, entre países extraños, pero solo por un corto tiempo. Ahora yo mismo seré un santuario para ellos en los países adonde han ido." (Ez 11, 16) y el mismo profeta Ezequiel continua: “... pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo.” (Ez 36, 26) y para Isaías el regalo del corazón nuevo incluye una misión: “No basta que seas mi siervo solo para restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que seas la luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra.” (Is 49, 6). El camino de Israel al exilio hace descubrir al profeta que ahí está germinando algo nuevo: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo, y verás que ahora mismo va a aparecer.” (Is 43, 18)


Bibliografía:
 Anselm Grün osb; La mitad de la vida como tarea espiritual, La crisis de los 40 - 50 años; Narcea, 7ª ed. 1998.
 Javier Cerda F. ss.cc.; La mitad de la vida: crisis y llamado; Cuadernos Testimonio - CONFERRE, Santiago de Chile, 1991.
(autor: Martin Königstein ss.cc. - mksscc@gmail.com)

domingo, 6 de septiembre de 2009

"VENDRÍA BIEN", Padre Esteban Gumucio sscc

"VENDRÍA BIEN": Autor Padre Esteban Gumucio, sscc


Vendría bien después de tantos discursos,
vendría bien para la Iglesia y el pueblo,
que fuésemos embajadores de Dios.
Y vendría bien para la gloria del Señor
que reinventásemos la paz
y mostrásemos el Cuerpo de Cristo
con todos sus miembros bien trabados,
tirando de la misma cuerda de la justicia,
aunque diferentes, en diversa lengua,
con distinto temple y original cultura,
disímiles de gustos, ideas y programas;
pero tirando la misma cuerda,
avanzando, todos, al paso o a la carrera,
por el único camino.
Y vendría bien que tomásemos conciencia
del honroso encargo de servir,
en auténtica caridad, sin fingimiento,

Vendría bien para la Iglesia y el pueblo
estar lejos de la espada
y lejos de la puerta de la Banca;
y acompañar a los perseguidos en el nombre del Señor.
Vendría bien una y otra vez
redescubrir los senderos del pobre,
los avergonzados caminos de la miseria,
y encontrarnos, de repente, cara a cara,
con Jesús de Nazaret
y, llenos de coraje, tomarle sus manos llagadas,
sus manos de pobre manchadas con sangre de hoy;
y mirar en sus ojos los ojos de los niños del Líbano,
y los ojos internacionales de los niños con hambre,
y los ojos de los niños de mi pueblo y mi ciudad.
Y vendría bien descender de nuestras cabalgaduras
a vendarle las heridas del costado,
las heridas del lado del corazón,
las heridas de los que claman sin respuesta,
de los que lloran sin consuelo,
de los que gritan enmurallados
en nuestros modernos castillos de silencio.

Vendría bien para la Iglesia y el pueblo
la Buena Noticia traducida a todos los llantos,
a toda sed, a toda hanbre, a toda soledad,
a toda desesperanza.
Y vendría bien - te lo digo humildemente -
que tú y yo simplemente
nos pusiéramos a ser cristianos
con la gracia de Dios.