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miércoles, 21 de abril de 2010

CARACTERISTICAS DEL FACILITADOR

CARACTERISTICAS DEL FACILITADOR


¿Puedo actuar como facilitador?

Función de Creación del Clima: Seguridad

Escucho con la mayor atención, esmero y sensibilidad de que soy capaz, a cada individuo que se expresa. Escucho sin preocuparme si lo que dice es superficial o importante. A mi juicio, el individuo que habla merece que se lo escuche y comprenda; es él quien lo merece, por haber expresado algo. Mis colegas dicen que yo “convalido” a la persona.

No cabe duda de que soy selectivo al escuchar y, por lo tanto, “directivo”- si se desea acusarme de ello-. Indudablemente los detalles de la disputa con su mujer, o las dificultades que encuentra en su trabajo, me interesan mucho menos que el significado que esas experiencias encierran para él en ese momento, y los sentimientos que le despiertan. Trato de responder a esos significados y sentimientos.

Mi gran deseo es crear un clima que le dé al individuo seguridad psicológica. Quiero que, desde el primer instante, siente que si se atreve a expresar algo muy personal, o absurdo, u hostil, yo lo respete lo suficiente como para escuchar con atención lo que dice, considerando que se trata de una expresión auténtica de sí mismo.

Hay una forma levemente distinta por medio de la cual quiero también crearle al miembro un clima seguro. Soy muy conciente que en el curso de la experiencia, es imposible evitar el dolor. Sin embargo, mi intención es que el individuo sienta que, le pase a él lo que le pase, y cualquier que sea la índole de lo que ocurra dentro de él, psicológicamente estaré a su lado en los momentos de dolor y alegría. Creo que de ordinario, puedo intuir cuándo un participante sufre o está atemorizado, y entonces le hago llegar alguna señal, verbal o no, de que percibo su estado de ánimo y lo acompaño en su dolor o en su miedo.


Expresión de los propios problemas

Si en determinado momento me inquieta algo que se relacione con mi vida privada, no rehúso expresarlo en el grupo, pero tengo sobre el particular una conciencia profesional, pues si siento que se me paga para cumplir la misión de facilitador, debo solucionar los problemas graves consultando a mis colaboradores, o a algún terapeuta, y no ocupar con ellos el tiempo del grupo. Quizás sea demasiado cauta en relación con esto. E un caso, con un grupo de profesores que se reunían una vez por semana y funcionaba en forma lenta, creo que mi conducta realmente los defraudó. En algún momento, me sentí muy preocupado por un problema personal, pero consideré que ello no le incumbía al grupo y me abstuve de hablar del asunto. Al ver las cosas de manera retrospectiva, pienso que nada habría facilitado más el proceso grupal que manifestar mi estado de zozobra; los habría ayudado así a ser más expresivos.

Si no me siento libre para expresar mis problemas personales, esto acarrea dos lamentables consecuencias. En primer lugar, no escucho a los demás en la forma más adecuada. En segundo lugar, diversas experiencias me han enseñado que los miembros del grupo tienden a percibir mi intranquilidad, y piensan que en cierto modo, son ellos quienes las han provocado.




Autenticidad:

Mientras más el terapeuta es él mismo en la relación, sin poner fachadas personales o profesionales, mayor es la probabilidad de que el cliente cambiará y crecerá de manera constructiva. El terapeuta se hace transparente al cliente; el cliente puede ver con claridad lo que el terapeuta es en la relación; el cliente no experimenta ningún secreto en la relación. Por lo que se refiere a el terapeuta, lo que él está experimentando está disponible a su consciencia, puede ser vivido en la relación y puede ser comunicado si es apropiado. Entonces hay una gran semejanza entre lo que está experimentando a nivel visceral, lo que está presente en la consciencia y lo que se le expresa el cliente.

¿Qué significa esto en términos prácticos? Significa que cuando el cliente está sufriendo o afligido, es probable que el terapeuta está experimentando afecto o compasión o comprensión. Pero en otros momentos puede estar experimentando aburrimiento o coraje, o aún miedo de un cliente destructivo. Mientras más sea consciente pueda ser el terapeuta y mientras más pueda dejarse ser y expresar estos sentimientos, sean positivos o negativos, más probable es que pueda ayudar a su cliente. Son los sentimientos y las actitudes los que ayudan cuando son expresados y no las opiniones o juicios acerca del otro.

“En mi relación con las personas he aprendido que, en definitiva, no me resulta comportarme como si yo fuera distinto de lo que soy: Mostrarme tranquilo y satisfecho cuando en realidad estoy enojado y descontento; aparentar que conozco las respuestas cuando en verdad las ignoro; ser cariñoso mientras me siento hostil; manifestarme aplomado cuando en realidad siento temor o inseguridad. No es útil tratar de aparentar, ni actuar exteriormente de cierta manera cuando en lo profundo de mi mismo siento algo diferente. Nada de eso me ayuda a lograr relaciones positivas con individuos. Quisiera que a pesar de haber aprendido esto, no siempre he podido aprovecharla de modo adecuado”.

Aceptación, aprecio o estimación:

Es aceptar al otro en forma total y no de una manera condicional. Se relaciona con la buena voluntad para desear que el cliente sea cualquier sentimiento que éste presente en ese momento- confusión, resentimiento, miedo, coraje, valor, amor u orgullo. Por supuesto que no es posible sentir aprecio incondicional todo el tiempo. Más bien tiene que ver con crear una atmósfera que nutra, más que presione el cliente.

Lo anterior comienza en mí. Me resulta útil permitirme ser yo mismo en mis actitudes; conocer el límite de mi resistencia o mi tolerancia, saber cuándo deseo moldear o manejar a la gente, y aceptarlo como un hecho en mí, esto me permite construir relaciones más reales.

Es necesario que el cliente advierta que se lo ve tal como él mismo se ve, y que se lo acepta con sus percepciones y sentimientos.

Pienso que es una actitud muy común en nuestra cultura pensar “Todas las demás personas deben sentir, juzgar y creer tal como yo lo hago”. Nos cuesta mucho permitir que nuestras personas cercanas piensen de manera diferente a nosotros.

Cuando más me abro hacia las realidades mías y de la otra persona, menos “deseo arreglar las cosas”. Cuando trato de percibirme a mí mismo y observar en mí la experiencia que se verifica, y cuanto más me esfuerzo por extender esa misma actitud perceptiva hacia otra persona, siento respeto por los complejos procesos de la vida. De esa manera, va desapareciendo de mí cualquier tendencia a corregir las cosas, fijar objetivos, moldear a la gente o manejarla y encauzarla en la dirección que de otro modo querría imponerles. Sé muy bien que esto puede parecer extraño y que las preguntas serían: ¿Cuál es el sentido de la vida sino pretendemos transformar a la gente? Sin embargo, el aspecto paradójico de mi experiencia consiste en que, cuanto más me limito a ser yo mismo y me intereso por comprender y aceptar las realidades que hay en mí, y en las otras personas, tanto más cambios parecen suscitarse.

Comprensión Empática:

Quizás este elemento es el que puede mejorarse más fácilmente, aún a través de un entrenamiento corto. Los terapeutas pueden aprender con bastante rapidez a escuchar mejor, a ser más sensibles, más empáticos. Esto es tanto una habilidad como una actitud. Para ser más genuino y más aceptante, sin embargo, el terapeuta debe cambiar a través de su experiencia, y esto es un proceso complejo y más lento.

¿Es necesario permitirse conocer al otro? Pienso que efectivamente eso es así. Nuestra primera reacción ante las afirmaciones de los otros suelen ser de evaluación inmediata o de un juicio, más que un intento de comprensión. Muy pocas veces nos permitimos comprender exactamente lo que su afirmación significa para él. Pienso se debe a que comprender es riesgoso. Si me permito comprender realmente a otra persona, tal comprensión podría modificarme, y todos experimentamos temor ante el cambio.

La comprensión es doblemente enriquecedora. Cuando trabajo con pacientes que sufren, descubro que la comprensión del extraño mundo del psicótico, el hecho de comprender y sentir las actitudes de una persona que piensa que la vida es demasiado trágica para ser soportada, comprender a un hombre que se siente inferior, de alguna manera me enriquece. Y quizás sea más importante que mi comprensión de estos individuos les permite cambiar, aceptar sus propios temores y sus extraños pensamientos, sus desesperanzas, así como sus momentos de amabilidad, amor y sensibilidad.

Les ayuda a tener una comprensión más cara de su propio mundo y de su propia conducta, y por lo tanto a tener un mayor control sobre ellos.

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